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Urbanismo

El hotel que voló Munar

65 kilogramos de goma-2 acabaron con la estructura de hormigón en la finca de Monnàber

Con la detonación de la dinamita, el Consell ponía punto y final al hotel de la finca de Monnàber, en la falda del Puig Major, en Fornalutx, una estructura que se comenzó en 1962 aprovechando el impulso de la construcción de la carretera de Puig Major y la estación de radar que hay en la cima de la montaña. Pero la empresa promotora quebró y, durante 38 años, un esqueleto de vigas y forjados se erigió a los pies de la montaña como símbolo del desarrollismo, hasta su demolición en el año 2000. Eran las 10:30 horas del viernes 28 de julio de 2000 cuando 65 kilogramos de goma-2 acabaron con una estructura de hormigón. Una explosión controlada puso el punto y final a una construcción de cinco plantas de altura que durante la década de los años sesenta se había concebido como hotel de montaña.

El derribo generó una gran expectación entre curiosos, medios y autoridades municipales, insulares y autonómicas de la época que se concentraron en la salida del túnel para presenciar la demolición. La empresa catalana Pasquina S.A. realizó 825 pequeñas perforaciones para colocar los explosivos en las columnas de la estructura. El objetivo era llevar a cabo una detonación controlada para que la voladura se realizara desde los extremos hacia el centro del edificio y evitar que la vegetación de los alrededores se viera afectada. La voladura se llevó a cabo según lo programado y una gran nube de humo y polvo puso el remate a un proyecto urbanístico que no llegó a cuajar.

El proyecto del hotel de montaña en Fornalutx se enmarca en los años de la 'balearización', un período en el que el desarrollo urbanístico y turístico tocó techo sembrando de hoteles y urbanizaciones los rincones más idílicos y de mayor valor medioambiental de las islas. Y el entorno del Puig Major no fue ajeno a este desarrollo urbanístico sin freno cuando Fornalutx dio licencia para la construcción de un complejo hotelero con todo lujo de detalles.

La presidenta del Consell de Mallorca, Maria Antònia Munar, fue la encargada de pulsar el botón que iniciaba la demolición. En pocos segundos se ponía el punto y final a uno de los vestigios que marcó los inicios de los años sesenta del siglo pasado, en los que la construcción desenfrenada y sin control también llegó al valle de Sóller. La anécdota de este momento histórico fue que el botón que apretó Munar realmente no estaba conectado a nada, porque el explosivo fue accionado por un operario oculto en el bosque de Monnàber. La acción de Munar fue tan solo simbólica.

La demolición del hotel estaba prevista para dos días antes de la fecha en la que finalmente se realizó. Pero se tuvo que aplazar debido a que la dinamita que se había colocado estaba caducada y no otorgaba garantías suficientes para una detonación segura.

Coincidiendo con la apertura de la carretera del Puig Major, que se acababa de construir, en 1962 una sociedad formada por varios accionistas del valle apostaron por construir un hotel de montaña en uno de los entornos más privilegiados de la Serra de Tramuntana. Las obras empezaron con la construcción de los forjados y la estructura que debía sostener la futura instalación turística. Pero, dos años después, la situación económica de la empresa provocó que las obras se pararan y la construcción del hotel quedó en vía muerta.

Desde entonces, la estructura presidió la finca de Monnàber, siendo visible desde la carretera del Puig Major y también desde muchos puntos del valle. El hotel se mantuvo inalterable hasta que en 1994 el Consell de Mallorca aprobó incoar un expediente de infracción urbanística tras denegar la legalización del edificio. El objetivo no era otro que demolerlo. En 1996 un recurso presentado por la propiedad ante el Tribunal Superior de Justicia de les Illes Balears (TSJB) provocó que el Consell tuviera que acatar un dictamen con el que se paralizaba la demolición hasta su resolución. Cuatro años más tarde, la historia escribió un nuevo capítulo cuando el Tribunal Supremo autorizó finalmente la demolición del edificio. El entonces presidente de la comisión insular de Urbanismo del Consellde Mallorca, Rafael de Lacy, anunciaba la inmediata redacción del proyecto técnico para acabar con la estructura en pocos meses. La obra fue adjudicada por 21 millones de pesetas, con el que se puso final a un hotel inacabado.

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