Resulta encomiable que Tráfico tenga como prioridad máxima la lucha contra los accidentes mortales en las carreteras de las islas, pero que en esta línea preferente de actuación justificada no entre el poner freno a las carreras ilegales en la ruta de la Serra, desmonta los esquemas de las prevención y la buena lógica.
Es la tranquilidad del desconocimiento o de quien finge no saber porque, en el peor de los supuestos, resulta imposible que algún responsable de la seguridad viaria no se haya topado en sus días de asueto con un coche o una moto en competición temeraria sobre el asfalto de la Serra.
Tráfico pide papeles para documentar la evidencia. Es una forma de dar largas, o de aplicar la política del avestruz como técnica invasora del control normalizado de la circulación rodada. Se justifica por la falta de medios humanos. Los alcaldes que piden amparo, comprensión y solución han respondido a la convocatoria de la directora regional de Tráfico y salen de ella con la tarea de elaborar un informe. Parece que los rádares y los medios informáticos no tienen cobertura en la Tramuntana.
Dado que la carretera de montaña apenas suma el dos por ciento de los accidentes que se producen en Mallorca y que ninguno de ellos ha resultado mortal, todo puede esperar. El día que se presente la fatalidad se podrá reaccionar.
Hay constancia no oficial -por tanto no se sabe- de que las carreras furtivas de la Serra ya no son privativas de las motos. Los coches se han sumado a ellas. Ni el rugido de sus motores es suficiente para provocar la intervención, ni siquiera para incentivar el convencimiento de que, sobre todo en la carretera, resulta vital saber prevenir a tiempo.
