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El Café Español se convierte en otro recuerdo de la próspera Inca

El emblemático establecimiento cerró sus puertas hace unos meses de forma casi inadvertida y las paredes que albergaron casi 81 años de ambiente cafetero se tornarán ahora en tienda de ropa

El Café Español se convierte en otro recuerdo de la próspera Inca

El Café Español de Inca ha pasado el terreno de los recuerdos. Sus paredes han asistido a épocas de gran esplendor futbolístico, económico, social y político de la ciudad. Fue un café nacido de la inspiración de un honrado trabajador que quiso un local de calidad para señores y empleados.

Hace unos meses que el último explotador decidió cerrar sus puertas y en la actualidad está en obras para acoger una tienda de ropa.

El Café Español abrió en 1937. Ángel Albalat Romero llegó de Alcublas (Valencia) en 1921 para prestar su servicio militar en el Cuartel General Luque. Durante su etapa como soldado, como sucedió a muchos otros, conoció a una joven de la ciudad de la que se enamoró y con quien contrajo matrimonio posteriormente. Juntos entraron a trabajar en el prestigioso Club Central, situado en la calle Major. Pero una escisión de socios, en 1936, provocó que se fundará el Café Mercantil, otro emblemático edificio que también permanece cerrado hoy en día. Albalat fue contratado como encargado del nuevo bar pero tras un tiempo, en 1937, tuvo problemas con un administrador demasiado meticuloso y decidió independizarse. Justo en ese momento había cerrado la fonda Balear, situada junto al Mercantil. Albalat negoció con la familia propietaria y decidió abrir lo que iba a ser el Café Español durante los siguientes 80 años.

Paco Albalat, hijo del fundador de la empresa, recuerda que su padre “era una persona tan trabajadora y honrada que contó con la ayuda desinteresada de uno de los administradores de Joan March. Era conocido como l’amo en Toni Seda. Le prestó 2.500 pesetas -unos 15 euros de hoy en día, pero que en la época era un buen capital-, para las obras y el mobiliario; sin intereses, y a devolver como bien pudiera. Ni que decir tiene que mi padre saldó la deuda cumpliendo escrupulosamente el trato”.

El primer cliente que entró en el nuevo local fue el propietario de otro mítico establecimiento ya desaparecido, el horno de la Gloria. Paco recuerda que “hizo una consumición por valor de una peseta”.

Servicio

El nuevo café, que incluía un servicio distinguido y de calidad para todas las clases sociales, se hizo muy popular inmediatamente. Paco recuerda que “se trabajaba muchísimo; por ejemplo se servían unas 150 ensaimadas de Can Guixe cada jueves en sólo unas horas”. Fue también el primer establecimiento que ofreció tapas variadas. “hasta entonces no era costumbre -relata el hijo del fundador- los aperitivos que se servían eran patatas fritas, almejas o mejillones y aceitunas de lata. Mi madre empezó a elaborar tapas, especialmente la ensaladilla, y a servirlas”.

La ensaladilla del Español fue famosa y Paco recuerda que “incluso se desplazaban vecinos de Palma los domingos para tomarse una tapa de ensaladilla en el bar”.

Albalat fue un gran aficionado al fútbol, seguidor del Valencia, pero muy especialmente del Constància. Acudía a ver los partidos de casa pero “siempre se iba corriendo cuando faltaban diez minutos porque sabía que al acabar, el bar se le llenaría y, para mi padre el trabajo era sagrado”, asegura Paco.

El Café Español fue algo más que un negocio, su propietario lo usó para dinamizar socialmente la ciudad y así, organizaba actos públicos como la ‘costellada’. Una fiesta que duraba todo un domingo.

Sucesión

Ángel Albalat falleció el 19 de enero de 1965; el bar pasó a manos de su hijo Jaume, fallecido también el pasado día de Navidad. Jaume y sus hijos lo llevaron hasta hace pocos años en que fue traspasado y lo regentó el polifacético político Jaume Font. Éste le dio un nuevo empuje, quizá recordando aquellas viejas ‘costellades’, organizando cenas populares.

Tras Font, el mítico local pasó a manos de una empresa, una franquicia que, en una muestra de mal entendida gestión de la publicidad llegó incluso a cambiar el nombre del café por otro no conocido en la ciudad. El experimento no duró demasiado, y sucesivas reformas interiores eliminaron los rastros de la personalidad del Español hasta que hace poco cerró.

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