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Luz privada en oscuridad pública

El orden de prioridades de la Administración resulta muchas veces desconcertante y su lentitud, desesperante. Lo normal es que se actúe primero sobre lo más urgente y necesario, pero no siempre es así.

Para llegar al faro de Formentor, cuya carretera se someterá ahora a restricciones para vehículos a motor, es necesario atravesar un túnel especialmente oscuro. No dispone de luz artificial y tiene un punto de invisibilidad exterior para los ciclistas. Lleva así desde siempre y acumula un atasco de reclamaciones ante un Consell que no parece consciente del peligro que tolera.

Ahora, un empresario suizo con antecedentes de palmarés brillante en el ciclismo deportivo, Max Hürzeler, se brinda a pagar de su bolsillo la mitad de la iluminación del túnel de Formentor, un desembolso que no calcula superior a los 20.000 euros, mientras el Consell permanece a la espera de los permisos de Medio Ambiente.

Aun admitiendo un posible interés particular en la iniciativa de Max Hürzeler, por su vinculación con el negocio del cicloturismo, habrá que resaltar el carácter loable de su propuesta para que el túnel de Formentor deje de ser el último de Mallorca sin luz artificial. El interés comercial, como ocurre a menudo, puede ser compatible con unos toques de mecenazgo y filantropía. Si la iniciativa llega a conectarse con éxito, seguro que en este caso se alegrarán por igual los cicloturistas, los vehículos de los residentes y el bus lanzadera que dosificará visitantes a un faro con paisaje deslumbrante. Y, lo más importante, todos ganarán en seguridad.

Si en el proceso la Administración aprende a poner el foco en las cosas realmente inaplazables, ya nos acercaríamos a la iluminación aceptable de la gestión pública. Ojalá el sol del paisaje único ayude a poner aire, luz y vitamina al asunto.

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