El pasado 20 de enero se cumplían 90 años de la muerte, en sa Pobla, de Joan Parera i Sansó, el popular y respetado Vicari Parera, a la edad de 53 años. Una efeméride que bien merece ser recordada en reconocimiento a la ingente obra histórica, social y cultural, que este insigne 'manacorí' de cuna y 'pobler' de corazón, realizó durante 38 años en sa Pobla, donde dejó un preciado legado.
Parera nació en Manacor el 5 de mayo de 1865 en el seno de una honorable familia payesa de la que se conoce muy poco, si bien todo hace pensar que, por coincidencia de tiempo y lugar, no diferiría demasiado del ambiente en el que creció su contemporáneo paisano Antoni Maria Alcover.
Francesc de Borja Moll describe a Parera como un hombre de "completa parcialidad, de una acentuada rusticidad y de una encarnizada adhesión a la tradición rural mallorquina". Y añade que "en política eran tradicionalistas, y, personalizando la cosa, carlistas". Por su parte, el canónigo 'pobler' Torres Gost, especifica, refiriéndose a Parera, que "su programa era el Dios, Patria, Rey del Requeté".
En el seminario
Parera ingresó en el seminario de Palma en 1880, cuando contaba quince años de edad. No deja de ser curiosa la coincidencia de que en el espacio de cinco años nacieran en Manacor tres niños que serían eruditos sacerdotes que destacarían en el ámbito cultural e histórico, como fueron Andreu Pont i Llodrà (1861), Antoni Maria Alcover (1862) y el propio Parera (1865).
Los tres coincidieron en el seminario y entre ellos siempre se mantuvieron estrechos lazos de amistad. Así lo demuestra en una de las cartas remitidas por Parera a Alcover a principios de 1900, en la que dice "lo que más sentiría de vosotros es que creyerais que os estoy olvidando; guardo para todo lo de Manacor una estima tan grande que solo puede compararse a la que, aquí en la tierra, tengo para La Puebla".
Refiriéndose a estas palabras, deduce y comenta Ferrer Massanet que lo que en realidad le ocurría a Parera era que "se sentía desvinculado de la pujanza intelectual de su recién despierta ciudad natal". Y añade: "Ama a Manacor con un amor imposible, porque su corazón está en La Puebla y a ella dedica hasta su último aliento".
Pocos meses después de terminar sus estudios en el viejo Seminario Mayoricense, el obispo Cervera le destina a sa Pobla nombrándole coadjutor de la parroquia en 1890 y a partir de ahí "aquel hombre corpulento, de tez pálida, de mirada inteligente y grave, de palabra persuasiva, virtuosa, tradicionalista", según Ferrer Massanet, "comenzaba su labor para grandeza de un pueblo al que amó entrañablemente".
El Vicari Parera, como se le llamaba, llegaba a una villa volcada en su titánico esfuerzo de la gigantesca transformación agrícola que supondría una importante evolución socio-económica. Aquella situación no le pasó desapercibida al joven cura, que pronto sintonizó con sus feligreses, y una de sus primeras acciones fue la fundación de la Caja de Ahorros y Montepío de La Puebla, institución benefactora que pretendía liberar al humilde agricultor de las garras de la despiadada usura caciquil.
El Montepío se abrió a los más necesitados, el mes de marzo de 1906 y Parera ejerció la dirección del mismo por espacio de seis años, durante los cuales protegió a todo el que llamó a sus puertas, concediendo créditos sobre las cosechas, para alumbramientos de agua para el riego de las tierras o cualquier otra iniciativa encaminada a la expansión agraria, empresa en la que, como queda dicho, vertían, con esfuerzo, sus sudores y sacrificios los hombres y las mujeres de sa Pobla.
Son numerosos los hechos y documentos que certifican la gran estima que el vicario Parera profesaba por Crestatx, su oratorio, los parajes de su entorno, su significado y su historia, a las que hizo referencia en infinidad de ocasiones en escritos que publicaba en su revista 'Sa Marjal'.
