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El éxito de una galleta peculiar

Definir el sabor, los recursos y las posibilidades alimenticias de una galleta d´oli mallorquina es más complicado que equilibrar los ingredientes que propician su buena aceptación. Casi mejor someterla directamente al control del paladar y todo quedará dicho y entendido.

No hay mayor secreto para justificar cómo un producto sencillo, casi de subsistencia, sin que ello implique merma de calidad, triunfe hoy en lugares tan alejados de la dieta mallorquina como Hong Kong o México, un éxito que obliga al principal productor de esta masa multiusos, desde el tentempié al canapé, a ampliar instalaciones y diversificar ubicación.

Quely siempre será de Inca. Al iniciar su producción industrial, con toda probabilidad, ni siquiera se planteó la posibilidad de tener la demanda que registra hoy. Pero cuando te has atrevido a adentrarte en la exportación y tras una década logras que te pidan siete millones de paquetes de galletas al año, sin agotar todavía las perspectivas de crecimiento, algo se debe hacer. Con todos los motores del dinamismo comercial en marcha, Quely aprovecha la oportunidad de reconvertir un antiguo almacén de pieles de Campanet en su centro logístico y nuevo espacio de almacenamiento concebido nítidamente de cara a la exportación. No, no es un traslado. Ni falta que hace. Mover Quely de Inca sería un trauma para la firma y la ciudad. Es una expansión alimentada por el éxito comercial y la perspectiva de futuro.

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