La exigencia, no atendida, de 300.000 euros para participación ciudadana ha sido suficientes para ahondar en la minoría del gobierno socialista en Calvià y la consiguiente crisis municipal. Ocurre en un Ayuntamiento que este año maneja un presupuesto consolidado de más de 110 millones de euros y con poco crédito en cuanto a la rentabilidad del gasto y la inversión. El desencuentro de ayer entre los socialistas y el edil no adscrito, Fernando Alcaraz, confirma que el descuadre, antes que económico, es político y de manifiesta incapacidad de gestión y negociación.
La caja de los truenos se ha vuelto a destapar a la hora de preparar el presupuesto de 2008. Alcaraz ha sido destituido por exigente y por haberse sobrepasado en la misión natural de las minorías, mucho más si son de nombre y apellido poco consolidado en la plaza, que no es otra que la de hacer palmas y reverencias a cambio de poder lucir el cargo.
En un municipio de la proporción y la necesidad poliédrica de Calvià resulta muy arriesgado y escasamente práctico adentrarse en las lagunas de la negociación puntual. Significa dejar la gestión municipal y el dinero a la intemperie.
El gobierno de Alfonso Rodríguez deberá concretar sus planes reales y los motivos últimos por los cuales se desprende de Alcaraz. Daremos por supuesto, a riesgo de equivocarnos, que su pretensión va más allá de la mera supervivencia y que dispone de un plan alternativo de actuación.