Afuerza de aplicar la versión comercial del "la calle es mía" que ya nada tiene que ver con la patente original con tinte policial del desaparecido Manuel Fraga, en 1976, la vía pública está dejando de ser espacio de todos. Es más bien un recorrido de obstáculos, físicos y psíquicos, que cada día se vuelven más insalvables.
Todos estamos cansados de ver cómo sillas y mesas de bares invaden plazas, aceras y vías peatonales. Es la contradicción de quien busca y paga el servicio de terraza a precio de calle recortada y desvirtuada. El fenómeno se acentúa todavía más en los lugares turísticos porque en ellos la vía pública es corroída a modo de tribuna de la pantalla deportiva y aforo del negocio privado.
El ayuntamiento de Calvià saca ahora un pliego de multas a mil euros la unidad y rebaja del 50% por pronto pago, dirigidas a los bares que giraron la pantalla de la Eurocopa de fútbol de 2016 hacia la calle. Los afectados le acusan de desmesura recaudatoria. Tendrán razón si todo se queda en la sanción tardía y burocratizada porque solo con ellas no se logrará devolver a la calle su función natural de espacio colectivo, diversificado y polivalente.
