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Un pliego de buenas intenciones

Ilusionar al personal sin garantías suficientes de llevar a término lo propuesto, tiene el riesgo de desembocar en desencanto y aniquilar los proyectos que, en principio, deberían ser beneficiosos.

Esto es particularmente delicado cuando afecta a asuntos de utilidad pública. Es el riesgo que corre la ejecución de los presupuestos participativos de Calvià. El optimismo manifestado por el teniente de alcalde Fernando Alcaraz parece excedido de tono por falta de justificación sólida. En este momento, solo se han cumplido 14 de las 21 acciones propuestas por los vecinos en los presupuestos participativos de 2016.

No es que la gente pidiera que le bajaran la luna o que se habilitara una pista de esquí en Calvià. No, en general han sido iniciativas tendentes a aliviar la vida cotidiana y que afectan a cuestiones tan esenciales como la mejora de la accesibilidad en los espacios públicos, la seguridad vial y la protección animal. Vamos, para comprenderlo mejor en términos económicos, unas partidas que suman 345.900 euros sobre un presupuesto total de 86,5 millones de euros.

De lo propuesto por los residentes, de momento únicamente se ha logrado llevar a término un programa de cuidado animal, la reparación de las rejas del CEIP Jaume I de Palmanova y un curso de productos fitosanitarios. En la ilusión colectiva permanece la idea de poder disponer de mejor servicio nocturno de taxi, alguna zona de recreo en Son Ferrer o de luz en el paseo entre Calvià y es Capdellà.

No se podrá acusar de ambición ni de haber puesto el listón muy alto a quienes se implicaron en unos proyectos participativos que están muy bien en cuanto a idea de sumar esfuerzos, iniciativas y responsabilidades pero que se quedan en mero pliego de buenas intenciones si quedan engullidos por la burocracia municipal.

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