El alquiler turístico no es un invento nuevo. Podemos admitir, a lo sumo, la novedad de su denominación pero sus orígenes se pierden tras la primera pisada humana en este archipiélago ya pisoteado. Ahora hay que desenterrar sus antecedentes para ver si descubrimos de una vez por todas de dónde procedemos y por qué nos comportamos de forma tan autodestructiva.
El centro urbano de ses Salines levanta sus cimientos sobre un foso romano que se desvela caudal inagotable de revelación arqueológica y patrimonial. En otro extremo de la isla, la ruta de talaiots y navetas entre Son Serra de Muro y Son Serra de Marina, con parada capital en la necrópolis de Son Real, busca mayor definición y promoción. Las autoridades y los hoteleros ven en todo ello un nuevo cultivo turístico con fertilizante de la ecotasa. Cierto, todo depende, una vez más, de la forma en que se administre el nutriente económico. Sin embargo, no se puede obviar que la consolidación y respeto del patrimonio cultural en general es signo de sociedades maduras estables sin necesidad de comercializarlo todo.
