Y tienen el coraje de llamarle El Paraíso... ¿Porque se empeñan en crearlo si ya existe? En consecuencia, cualquier intervención en el lugar se transforma en estricta adulteración, retroceso para desbaratar lo inigualable.
Campos sigue bajo el síndrome de no haber podido desplegar una expansión hotelera propia y ahora se frota las manos cuando vuelve a ver andamios y hormigoneras en sa Vinyola. La costa de todos se reserva para nuevos residentes de alto poder adquisitivo, un acotamiento que, a pesar de todo, sigue considerándose buen negocio.
Se juega con el buen nombre y la imagen de Es Trenc como reclamo descolocado de un paraíso colindante que casi se quiere privatizar por la vía de dotación de infraestructuras y saneamientos, pero escasos servicios públicos. El litoral se vuelve a vender a palmos.