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Lletra menuda

El exceso se asocia con la tolerancia

Las lagrimas y la cara de circunstancias que ahora empiezan a mostar algunos responsables municipales, en lo relativo a los desmadres en verbenas y fiestas de suciedad de última generación, mueven poco a la compasión y a la solidaridad. Sin embargo, dada la envergadura del problema, habrá que concedérsela por necesidad.

El llanto de la Felib tiene mucho de impotencia y de expresión de remordimiento no admitido por parte de quienes han pecado en exceso de tolerancia y hasta de complicidad. De esta forma se ha ido incorporando, de forma más que significativa, el alcohol y los menores a las verbenas y grandes concentraciones lúdicas bajo cualquier oportunidad o pretexto. No, no es solo responsabilidad municipal, pero los ayuntamientos tienen mucho de culpa en eso de seguir la corriente, sin preocuparse de las consecuencias y procurar el agrado servil antes que la inversión en salud pública y personal de sus administrados.

No hay un "no" que salga del alcalde o el edil de fiestas de turno. Por esta vía se ha llegado al descontrol, a los destrozos y al consumo de alcohol bajo organización o pasividad municipal entre menores que apenas rozan los 14 años.

Por no haber sabido actuar a tiempo, la negativa a la negación en el momento oportuno, obligará ahora a actuar de forma más drástica o por lo menor a emitir un mensaje de mayor contundencia, dado que también se percibe bastante desorientación y escaso entusiasmo entre quienes deben aplicar la norma. Pero algo habrá que hacer para poner un mínimo de orden y sentido a las fiestas porque, de lo contrario, las efectos actuales serán cada vez más nefastos. Que el Ayuntamiento vigile y prohíba si es necesario, pero también hace falta abonar concienciación y sentido de la responsabilidad entre los participantes.

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