La visita al Cap de Formentor puede convertirse en una auténtica odisea ya a estas alturas de la temporada, cuando cientos de vehículos particulares, turismos de alquiler, autocares, motos y bicicletas comparten diariamente la estrecha carretera que conduce al extremo más septentrional de Mallorca, una vía que es una atracción turística en sí misma por la espectacularidad del paisaje. Además, la falta de plazas de aparcamiento en el entorno del faro (que actualmente ejerce de restaurante) provoca que los vehículos tengan que estacionarse en el arcén de la carretera, formando colas kilométricas de coches aparcados que después deben dar media vuelta para emprender el camino de regreso.