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Tradiciones

El cambio toca a la puerta de las fiestas tradicionales

Los 'cossiers' de Alaró o los 'barratiners' de sa Pobla han permitido la entrada de las mujeres después de encendidas polémicas - El futuro del Bou de Fornalutx está en los tribunales

Pollença polemiza sobre si se debe mantener el gallo en el Pi de Sant Antoni. b. ramOn

En uno de los debates vividos en Alaró hace un año sobre si era el momento o no de permitir la entrada de mujeres en el colectivo de cossiers, uno de los participantes afirmó que "lo que de verdad va a sorprender dentro de 25 años no será que una mujer baile, sino que ahora estemos debatiendo si las mujeres pueden bailar o no". Pocos meses después el cambio se hizo realidad y ahora la discusión ha desaparecido del primer plano. Una escena similar se vivió en sa Pobla esta semana con los barratiners que portan a Santa Margalida el día del pancaritat de Crestatx, una tradición a la que se han incorporado mujeres venciendo las reticencias iniciales que se vivieron el año pasado.

Y es que al clásico dilema sobre hasta qué punto se pueden o se deben introducir cambios en el ritual o en los elementos de las celebraciones tradicionales, en los últimos años se han añadido nuevos ingredientes fruto de cambios sociales relacionados con valores de igualdad de género, o bien con la sensibilidad hacia la protección animal. De esta forma, el debate ya no queda restringido únicamente a cuestiones como la renovación de la indumentaria, los pasos de baile o los instrumentos que se utilizan, y aparecen nuevos temas y nuevos actores recién llegados al mundo de la cultura tradicional, pero que ponen sobre la mesa la necesidad de adaptar "con cierta urgencia" las fiestas a los nuevos tiempos.

Los cossiers de Manacor

Precisamente esa urgencia es el primer tema de polémica en muchos pueblos entre los que defienden el sí, los del no y los del bando del 'sí, pero ahora no'. Aina Sansó, una de las impulsoras de la recuperación de los cossiers de Manacor en 1981 explica que "tengo claro que tradición que no se mueve, se muere, pero tampoco se debe forzar el debate con argumentos de que se tiene que cambiar porque sí o porque toca. No negaría nunca la entrada de una mujer por ejemplo en los cossiers de Alaró o en el grupo de dimonis de Manacor, lo que me da miedo es que alguna vez se arme mucho lío sin demasiado sentido".

Amadeu Corbera, profesor de musicología del Conservatorio y estudioso del mundo de las fiestas tradicionales, defiende que "es posible introducir cambios sin que la fiesta pierda representatividad simbólica, es más, muchas de estas tradiciones se convertirán en excluyentes si no se acaban adaptando, porque pasarán a dividir a la gente y a representar solo a un grupo de personas". Para Corbera esto no significa que se deba abrir la puerta a cualquier cambio: "La cuestión cuando aparece una propuesta es saber si obedece a algún elemento que por contexto social ha quedado obsoleto o anacrónico. En el caso de las mujeres está muy claro que los personajes de estas fiestas o bailes tradicionales es exactamente igual si son hombres o no, porque son actores que representan un papel. Y quien está en contra, aunque no quiera ser considerado machista, tiene que entender que está defendiendo valores machistas".

A la hora de valorar la introducción de 'retoques' en cuestiones de música y danza, la opinión de estos expertos es mucho más cauta: "No cierro la puerta a la innovación -añade Corbera-, pero primero hay que saber cuál es el motivo del cambio. A veces las cosas ocurren por casualidad y sin pretender instaurar una tradición, porque se cambia la flauta y sin querer cambia la tonada, o a veces cuando se recupera un baile antiguo siempre influye el sello personal de quién lo recupera y la memoria de los mayores, que a veces traiciona".

Cambios casuales

Sansó reconoce que el baile de los cossiers de Manacor no es idéntico al de hace 36 años: "Cambia un músico y se modifica un poco la sonada, entra un cossier nuevo y el mismo paso del baile se hace más rápido o más lento. Son pequeñas evoluciones que yo percibo porque recuerdo los inicios, pero que son normales". Como ejemplo de cambio tranquilo que deriva en elemento tradicional, Sansó cuenta que "los cossiers de otros pueblos sacaban albahaca y un año incorporamos un manojo de romero, pues es curioso porque ahora se ha convertido en todo un símbolo representativo".

Antònia Matamales, del colectivo feminista Dones de Llevant considera fundamental "dejar de mirar hacia otro lado y entender que si no se hace nada somos cómplices de estar perpetuando desigualdades". En el caso de los dimonis de Sant Antoni de Manacor aboga por "exigir una fiesta igualitaria y por democratizar la participación, sin prohibiciones tácitas ni grupos cerrados". Para Matemales, "se tiene que tener claro que las mujeres queremos estar en todas partes, incluso en el infierno".

La Plataforma Balear para la Defensa de los Animales (Baldea) encabeza una larga lucha desde hace años para erradicar el sufrimiento animal en fiestas como el correbou de Fornalutx, la suelta de patos de Can Picafort o la presencia de un gallo en el pi de Sant Antoni de Pollença, entre otras muchas batallas legales. Su coordinadora, Maxi Lange, asegura que su posición es muy clara: "pensamos que no es necesario que un ser vivo tenga que padecer malos tratos para hacer una fiesta, realmente no tiene ningún sentido".

En el caso de Fornalutx, Lange explica que el correbou es un espectáculo denigrante para el animal y que, además, va degenerando con el paso de los años por la única razón de que los jóvenes quieren seguir celebrándolo: "Antiguamente era como una procesión para homenajear y bendecir al animal, y recuperar esto es lo que demostraría sensibilidad y permitiría que incluso los niños se pudieran acercar a la fiesta". Para la coordinadora de Baldea, Pollença es otro punto negro al celebrarse dos actos que califica de especialmente crueles: "Uno es poner un gallo en la cesta que está en lo alto del pi de Sant Antoni, y otro es que en el baile de las Àguiles y Sant Joan Pelós se baile con un cordero pequeño en brazos. ¿Alguien cogería a su perrito y bailaría saltando con él durante dos horas? Pues esto es lo mismo, un maltrato gratuito porque el animal no aporta nada a la fiesta".

En Pollença, el pleno municipal ya ha debatido una moción para suprimir la costumbre del gallo a propuesta del grupo de Alternativa, pero lo curioso del tema es que a pesar de no aprobarse el cambio porque el equipo de gobierno no le dio apoyo, existe el compromiso del alcalde de que se aceptará la medida a partir del año que viene. La portavoz de Alternativa, Marina Llobera, cuenta que siempre han tenido claro que el gallo no es un elemento protagonista de la fiesta y además se incumple la ley, pero la iniciativa surgió al ver que en las redes sociales existía debate y mucha gente no entendía porqué se seguía cumpliendo esta tradición. "Realmente sería más traumático para la gente eliminar la bolsa con confeti que no la cesta del gallo, por lo que pensamos que no tiene ningún sentido maltratar al animal".

En cuanto a la danza de Sant Joan Pelós, Llobera afirma que "tampoco se justifica la presencia del cordero, que perfectamente se podría sustituir por un peluche, pero en este caso no es una fiesta municipal y estamos trabajando una propuesta para apretar al organizador, que en este caso es el Obispado".

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