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Séptimo arte en Mallorca: Wilma, la aventura de hacer cine en Sóller

La productora creada en los años 70 por Francesc Pastor, un entusiasta del celuloide, realizó ocho películas y nueve documentales que hoy están considerados como joyas del cine mallorquín y cuyos estrenos levantaban una gran expectación en el Valle

Imagen retrospectiva de un rodaje. archivo wilma

No fueron actores cotizados, ni mucho menos trabajaron en los estudios de Hollywood. Los medios de que disponían eran más bien escasos, pero todos ellos se divirtieron trabajando a las órdenes de un hombre que creó, junto a un grupo de entusiastas del séptimo arte, la primera y única productora de cine que hubo en Sóller.

Para darle nombre se inspiró en los dibujos animados de Pedro Picapiedra y de ahí salió Wilma, la pequeña productora que creó Francesc Pastor Mariaina con la que realizó siete películas y ocho documentales que hoy son una joya del cine mallorquín.

A través de unos cuantos libros conoció la historia y los inicios de la cinematografía. Filmes como El Nacimiento de una nación, El acorazado Potenkim o La quimera del oro habían marcado un hito en la concepción del lenguaje cinematográfico, pero en aquellos tiempos -hablamos de los años cincuenta y sesenta- estas películas no estaban al alcance de Francesc Pastor, que tenía que imaginárselas a través de lo que había leído.

La quimera de un adolescente

Aun así, la quimera de hacer cine le nació desde muy joven, cuando Francesc Pastor era solo un adolescente. Gran aficionado al cine y devorador de libros sobre las grandes producciones cinematográficas de la época, para Pastor una de sus curolles, como él dice, fue siempre la filmación de películas y de ahí que en unas navidades los Reyes le trajeran su primer proyector de transparencias. De ahí, la cosa fue gestándose y el gusanillo fue a más hasta que en 1967, el joven Francesc Pastor, por entonces un técnico que montaba y reparaba televisores en su taller de Sóller, adquirió su primera cámara cinematográfica Canon de Súper 8 y otros artilugios con los que grabar sus primeros fotogramas.

Francesc Pastor no estuvo solo. Su fascinación por la cinematografía, el hecho de haber trabajado como operador de proyector en el cine Victoria de Sóller y haberse empapado sobre la temática del séptimo arte, le animó a él y a un grupo de amigos a preparar lo que sería la primera gran producción cinematográfica de Wilma. A la preparación de los guiones, se le añadió la de construir los decorados, luces, vestuario y otros tantos detalles para iniciar la grabación de la primera película que finalmente vio la luz en 1971. La cinta fue bautizada con el título de Vaqueros, a la que le siguió un año después Radio Interjectus y el Club de perduts i vagos.

Estas cintas eran del género humorístico hasta que en 1973, todo el elenco de Wilma dio el salto a su gran producción: Es tren, un filme de suspense ambientado en una casa señorial en la que un conde tenía una fijación enfermiza con un tren de juguete. En el filme no faltaron incluso los fantasmas.

Un año después Wilma volvió a sus orígenes con la filmación de la película con tintes humorísticos Sa mort den Neron. La producción de películas continuó en 1977 con el rodaje de Es moneiot, en la que se mezclaba el suspense y el humor negro y, finalmente, en 1980 vio la luz la última película realizada en dibujos animados bajo el título de Metamorfosi.

En este mismo período Wilma compaginó la grabación de pelí­­­culas con la de documentales de tintes costumbristas. Así, en 1974 editó Xocolata a la pedra, un año después Oli d´oliva y le siguieron títulos como Nadalenca Mallorquina, Es Barranc, Cordoncillo, Tren de Sóller, Torró Mallorquí y, finalmente, en 1986 se presentó el último trabajo Xeremiers. En estas grabaciones se reproducía al detalle el trabajo que realizaban los protagonistas del documental.

Las producciones de la Wilma participaron en multitud de certámenes. Las cintas se proyectaron en Pollença, Palma, Cala Rajada, Barcelona, Cuenca, Huesca, Jerez, Eibar, Elche y otras tantas ciudades españolas en las que recolectaron numerosos premios y distinciones y el reconocimiento del público.

La grabación y la proyección de los trabajos nunca se vieron empañados por la censura. Nunca se tuvo que usar la tijera para suprimir alguna escena incómoda para el régimen predemocrático, apunta Pastor.

Un trabajo lento y rudimentario

La grabación de las películas fue siempre un trabajo lento y rudimentario que se centraba, principalmente, durante los fines de semana. Cada producción requería meses de preparación para concretar los diálogos y el más mínimo de los detalles de cada escena. Las grabaciones podían prolongarse unos meses más, por lo que la preparación de una película podía durar hasta un año completo.

Como que los medios técnicos de aquella época eran escasos, las filmaciones se grababan en unas cintas de tan sólo dos minutos y medio de duración. Después se mandaban a Madrid para su revelado y cuando regresaban a Sóller se visionaban para comprobar que la escena había quedado de acuerdo con el guión. Tras este paso, la película en Súper 8 se mandaba a Barcelona donde se añadía una banda magnética a los fotogramas, paso previo y necesario para después, ya otra vez en Sóller, realizar el doblaje de los actores, añadir los efectos especiales y la música de las secuencias.

Todo este laborioso trabajo se realizó en un estudio de montaje que Francesc Pastor instaló en el subterráneo de su taller de reparación de televisores, donde los actores daban voz a los gestos labiales que habían sido grabados con anterioridad.

Las filmaciones de las películas se realizaron en el interior del cine Victoria, en escenarios reales, casas particulares y en la calle. Los estrenos de Wilma tuvieron gran repercusión en Sóller y cada vez la sala se llenaba hasta la bandera.

En sus películas participó un gran elenco de actores que nunca antes se habían puesto ante una cámara de cine, que siempre estuvieron apoyados por los técnicos y el director. Pep Kinbel, Joan Pelat, Salvador Pa i Peix, Joan Caragol, Lucius o Picasso fueron algunos de los nombres (y apodos populares) que saltaron a la gran pantalla del cine Victoria con la que cosecharon gran éxito y apoyo popular. En total, más de 20 personas llegaron a formar parte de la Wilma, una productora de cine que hoy forma parte de la pequeña historia del séptimo arte en Sóller. En esa historia tuvieron un papel destacado personas como Joan Sastre, Francesc Rodríguez o Joan Frontera, cuyo trabajo siempre estuvo detrás de la cámara. Y como no, Francesc Pastor, a quien la idea de hacer cine le fascinó desde joven hasta que pudo hacerlo realidad a través de la Wilma.

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