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Porto Cristo: la muerte del pescador

Lejos quedan las decenas de embarcaciones, los 'llaüts' y las 'barques de bou' alineadas en el puerto de los años 50 y 60 - La migración forzada de las pocas barcas de pesca profesional a Cala Bona deja el puerto de Manacor a la deriva

El patrón mayor de la Confraria de Pescadors de Porto Cristo, ahora en Cala Bona. A la derecha 'Vicenta', una de las históricas embarcaciones porteñas. s. sansó/j. artigues

"Parece como si nos quisieran echar, que nos marcháramos definitivamente... pero no lo van a conseguir", reivindica el patrón mayor de la Cofradía de Pescadores de Porto Cristo, Miquel Àngel Bauçà, molesto por los últimos acontecimientos que han obligado a la mayoría de las embarcaciones pesqueras que quedaban en el puerto de Manacor, por cuestiones económicas y de número de pescadores, a emigrar hasta Cala Bona, donde también se ha trasladado la lonja de venta. "Ports nos aumentó por tres los costes de suministro y explotación del local, sin darnos explicaciones demasiado convincentes y sin tener en cuenta que no estamos de paso, sino que nos ganamos la vida con ello", sostiene, al tiempo que recuerda el elevado coste de los amarres para profesionales, que van en relación a la pesca anual.

Lejos quedan los tiempos en que centenares de familias podían vivir exclusivamente de la pesca en Porto Cristo entre 1945 y principios de los 60, cuando las capturas llegaban para dar de comer a una treintena de embarcaciones con sus respectivos tripulantes. También lejanas quedan las siluetas de la Pepita Marqués o el Rafelet, las dos últimas barques de bou (de arrastre) que faenaron en Porto Cristo hasta 1987. Hoy en día solo un llaüt de la cofradía, el La Roca I sigue pescando con licencia profesional desde un puerto agasajado por veleros y lanchas de recreo.

"Hace tres años que misteriosamente el surtidor de diesel profesional no funciona. Nos dicen que tenía fugas, pero el que suministra a las embarcaciones recreativas sí que funciona. Hasta que hace un año nos tuvimos que marchar a Cala Bona, los pescadores de Porto Cristo tenían que cargar garrafas e irse hasta Portocolom para llenar los depósitos y tener provisiones, con el gasto extra que ello comportaba", recuerda Bauçà, responsable de una cofradía que sigue manteniendo el nombre de Porto Cristo.

Los pescadores achacan el descenso de profesionales y el declive del puerto a la falta de compromiso institucional: "Parece que a la administración no le interesamos demasiado desde el momento que nos encarece los precios. Actualmente en Balears rondamos los 700 pescadores profesionales por los aproximadamente 55.000 recreativos; no es lógico que encima nos compliquen las cosas".

El patrón porteño también recrimina al actual ayuntamiento de Manacor (formado por El Pi, PP y AIPC-SYS) de "preocuparse más de mantener en marcha el trenecito turístico desde los hoteles, que no de que la lonja siguiera con vida, cuando Porto Cristo debería ser un puerto estratégico y podría perfectamente ser un punto atractivo para el turismo.

Hace medio año que los 7.000 vecinos censados en Porto Cristo (cerca de 30.000 durante los meses de verano) se quedaron sin un punto de venta de pescado fresco. "Existió un compromiso con el anterior alcalde de Manacor, Miquel Oliver (Més), para continuar: ellos se harían cargo del desembolso del mantenimiento del local y nosotros hacíamos el resto". Al no haber continuidad política y ahogados económicamente, todas las embarcaciones menos una marcharon con la lonja a Cala Bona, donde el ayuntamiento de Son Servera sí que les brindó todo tipo de facilidades logísticas. Así, actualmente la flota pesquera profesional inscrita en la cofradía se compone del Cala Bona II, el Joan Tix, Es Raconet, el Nou dos Joans, el Baloan, el Jaume y el Flor de Mar, lo que da una salida laboral a catorce familias.

Desde el siglo XIX

La historia de la pesca en Porto Cristo comenzó a finales del siglo XIX, cuando el topónimo todavía era el de cala Manacor. Las condiciones y vientos favorables a la pesca del Llevant de Mallorca animó a pescadores del resto de la isla a probar suerte en la zona, con cala Mendia o Cala Virgili como otros puntos de referencia. Según explica el investigador Pere Oliver en un interesante estudio sobre las barques de bou, uno de los pioneros fue el valldemossí Sebastià Terrassa Es Mosset, nacido en torno a 1860. En 1888, al constituirse la Colònia del Carme y el puerto de Porto Cristo (1890) la familia se estableció definitivamente en el nuevo núcleo.

Junto a la saga Mosset, hay que hacer referencia al felanitxer Salvador Honorat Vadell, quien en 1877 ya vivía junto a su familia en una serie de cuevas cercanas al puerto. Además de otros pescadores que probaron suerte llegados desde el barrio palmesano de Santa Catalina, Capdepera o Andratx.

Los Mosset fueron los fundadores de la Fonda Ca na Pasta, lo que después se convertiría en el primer hotel de Porto Cristo, el Perelló, clausurado definitivamente en 1996. Una de sus descendientes es Bàrbara Terrassa, bióloga y profesora de la Universitat de les Illes Balears, quien hace unos días en su pregón de las fiestas del Carme de Porto Cristo, rememoraba con crítica la década de los sesenta: "A veces cuando llego a Porto Cristo pienso que aún me encontraré la tres barques de bou y la taringa de llaüts que llegaban hasta el Riuet. En su lugar hay cuatro monstruos de 'golondrinas' y algún barco enorme que no deja ver la bahía; esta visión me hace sospechar que hoy la gente de Porto Cristo vivimos de espaldas al mar".

En 1920 su antecesor, Antoni, ya pescaba con una pareja de embarcaciones de arrastre a vela en las inmediaciones, llamados precisamente el Porto Cristo y el Colonia del Carmen. Solo con el viento y la fuerza de los brazos de su tripulación, salían a faenar sobre fondos de posidonia oceánica, a 35 metros de profundidad y tres o cuatro millas de la costa. Además de las dos barques de bou de 13 y 16 metros de eslora respectivamente, la flota se completaba con ocho llaüts, cuatro botes pescadores y tres más de farol. Ese año se lograron capturar en total 82 toneladas de pescado.

La introducción de los motores diesel de 20 y 30 caballos, permitió a las embarcaciones alejarse diez millas de la costa, hasta más de cien metros de profundidad y hasta llegar a la barra o límite de la plataforma continental. Justo antes del inicio de la Guerra Civil, en 1936, llegaron tres nuevas barcas de arrastre más grandes y con motores de 55 caballos. En total, la población que vivía de la pesca era de 270 personas.

Más de un lustro después de finalizar la contienda vino el esplendor pesquero con hasta cinco barques de bou con Porto Cristo como puerto base y todas ellas con motores de al menos 50 caballos. Las redes y artes de pesca empiezan a fabricarse en fibras artificiales y comienzan a instalarse ecosondas para saber dónde están exactamente los bancos de peces.

En 1960 la captura llegó a ser de 83 toneladas, en 1963 de 133 y en 1964 de 144 toneladas, el récord histórico. Solamente tres años más tarde, en 1967 con la explosión del turismo y la diversificación de empleos, la cifra bajó alarmantemente a 51 toneladas, menos de la mitad. Cifras y años que no se han vuelto a repetir.

"Para mi es un trabajo muy digno para ganarse un jornal, aunque para ello haya que dedicarle diez o doce horas muchos días", dice Bauçà, que explica que para mantener la licencia profesional deben salir al menos 90 días al año.

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