Las instalaciones de la fundación Voltor negre (BVCF) en la finca Son Pons de Campanet acogieron ayer una diada de voluntariado en la que los colaboradores recibieron información sobre los objetivos de su trabajo de cara a la próxima temporada de cría de los buitres. No obstante, no fueron solamente voluntarios experimentados los que asistieron, sino que también se dejaron ver curiosos interesados en el trabajo de la fundación, con el objetivo de decidir si dedicar o no el tiempo de sus fines de semana a ayudar a la proliferación de la especie.

La fundación fue creada en el año 1987 con el objetivo de garantizar la supervivencia de una de las especies más emblemáticas de Mallorca, la única isla del Mediterráneo en la que aún se conservan ejemplares. De hecho, la reciente repoblación del ave se debe a la labor que la fundación ha llevado a cabo a lo largo de casi treinta años. En el año de apertura de BCVF, únicamente se conocía la existencia de veinte ejemplares de buitre y una única pareja. En la actualidad se registran, solamente en la Serra de Tramuntana, ciento sesenta individuos, entre los que figuran aproximadamente unas veinte parejas.

La razón por la que el buitre necesita protección reside en el proceso de crecimiento de los polluelos. Las crías de buitre pesan al nacer unos 200 gramos, aproximadamente, un peso que deberá aumentar hasta los 8 kilos antes de que los pájaros puedan alzar el vuelo y, por lo tanto, ser autosuficientes de sus madres. Ese periodo de crecimiento se lleva a cabo entre los meses de marzo y junio. Ahora bien, cualquier molestia o ruido genera que las madres abandonen el nido dejando a los polluelos a su suerte. De hecho, "dos ruidos innecesarios serían suficientes para que la madre huyera", explica Juanjo Sánchez, director de ambas fundaciones.

En la actualidad, la pérdida masiva de buitres se debe a las invasiones ocasionales a sus áreas de crecimiento. Así, gracias a los últimos avances tecnológicos, los excursionistas han ido atreviéndose cada vez más a explorar zonas más inhóspitas de la sierra, desviándose de las recomendaciones medioambientales. El resultado es que, "probablemente sin ser conscientes del problema, terminan asustando a familias de buitres, que huyen y abandonan a sus crías, generando la dificultad de la proliferación de la especie", argumenta Sánchez.

Precisamente en ese punto entra la labor del voluntariado, sin el que, según Sánchez "no hubiera sido posible esta maravillosa recuperación en las últimas décadas". Y es que los trabajadores en nómina que se dedican a las labores de conservación son insuficientes. Es más, los fines de semana, añade, solamente cuentan con un guarda forestal. Así, este año serán unos setenta los voluntarios los que trabajarán con la fundación al cuidado de los nidos, encargándose de informar a los excursionistas de los lugares en los que podrían alterar el proceso de crecimiento de los polluelos.