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Antoni Vidal Nicolau

"Cuando Llucmajor invirtió en turismo, desapareció la industria del calzado"

Las ferias de Llucmajor llegan a su 465ª edición, aunque este será el 50º pregón de la fiesta. El historiador Antoni Vidal (Llucmajor, 21 de marzo de 1968) será el encargado de este año.

Las ferias de Llucmajor llegan a su 465ª edición, aunque este será el 50º pregón de la fiesta. El historiador Antoni Vidal (Llucmajor, 21 de marzo de 1968) será el encargado de este año. Hablará de la historia de la industria local del calzado. Lo leerá esta noche, a las 21 horas, en el salón de plenos del Ayuntamiento.

—¿Cómo se creó la industria del zapato en Llucmajor?

—Cuando Carlos III permitió el comercio con América, un menorquín se fue a Cuba a fabricar zapatos. Luego volvió a Ciutadella y desde allí exportó los zapatos. Un capitán mercante de Llucmajor, que viajaba de Barcelona a Cuba, lo vio y se lo contó a un amigo del pueblo. Ese amigo era comerciante de ganado, pero montó un taller de zapatos y le fue bien. Tras él se apuntó más gente. Eran los emprendedores de la época.

—¿Y fue creciendo con los años?

—Fue una industria que partió de casi nada con zapateros que solo fabricaban para los mercados de Palma. En el año 1854 había 35 zapateros. En el 1880 ya eran 232 y comenzaron a exportar hacia Cuba. En el 1924 ya eran casi un millar de trabajadores.

—¿Por qué el calzado experimentó ese auge?

—Porque la agricultura de Llucmajor era muy mala. Como que los payeses no tenían trabajo para todo el año, o emigraban o buscaban trabajo en la industria.

—Si la ganadería tampoco era buena, ¿de dónde salía la piel para los zapatos?

—El problema de montar una fábrica dentro del pueblo era el mal olor. Alguna hubo y muchos vecinos denunciaron que era insoportable vivir a su lado. La solían traer de Barcelona o de Menorca, y solo las empresas más grandes tenían fábrica propia.

—¿Qué tipo de zapato fabricaron?

—Menorca se especializó en el zapato de calidad y aquí se produjo una zapato peor, pero más barato. En momentos puntuales, también hubo grandes pedidos del ejército. Durante la Primera Guerra Mundial, los franceses pidieron zapatos. En la Guerra Civil los franquistas también fueron clientes.

—¿Cuándo se convirtió en el sector industrial más importante para Llucmajor?

—Antes de 1880 sobre todo había molinos de harina, pero entraron en desuso con la mecanización: de cincuenta molinos solo quedaron dos. Desde entonces nada pudo competir con el calzado. En esos años había una población de entre 9.000 y 10.000 personas. Dos tercios se dedicaban a la agricultura y el resto a la industria. Hubo un cambio generacional: familias con padre payés e hijo zapatero.

—¿Cuántas fábricas llegó a haber en el municipio?

—El auge vino a raíz de las exportaciones a Cuba. Tras la guerra de Cuba, la isla pasó a depender de Estados Unidos y solo quedaron tres talleres en Llucmajor. A partir de 1920 se volvieron a crear grandes fábricas de un centenar de operarios y se mantuvieron los pequeños talleres con cuatro empleados. Llegó a haber unas cincuenta empresas. A su alrededor se creó una industria complementaria para fabricar las cajas de cartón o los tacones de los zapatos.

—¿Qué caracterizó a los trabajadores del zapato de Llucmajor?

—El movimiento obrero, que se articuló en el sindicato de zapateros, la agrupación socialista y la cooperativa. Era un socialismo mutualista: eran conscientes de que si no se llevan bien entre ellos no mejoraría la situación y preferían aceptar peores condiciones que los compañeros de Palma, pero sin crear tensiones.

—¿Y eso fue conformismo o mutualismo?

—El mutualismo se plasmó en una cooperativa potente en la que se podían comprar víveres de todo tipo. También montaron una sociedad de socorro mutuo, para tener asistencia médica y una pequeña pensión. Hoy en día estas cooperativas habrían quebrado por las ansias de poder de alguno. Entonces no pasaba nada de eso, porque eran muy solidarios.

—¿Cuándo desapareció de Llucmajor la industria del calzado?

—Hace tres o cuatro años cerró la última fábrica. Hubo dos razones: una fue que demasiada gente quiso explotar el negocio y quebraron muchas empresas, y la otra fue que el municipio invirtió más en turismo.

—¿Cuándo se enteró de que haría el pregón?

—A principios de agosto, tras el cambio en la regiduría. Lo que leeré es lo que investigué durante la carrera, así que no me ha costado prepararlo. En esa época estaba de moda estudiar la industria local y formé parte de un grupo de estudios de historia económica, que dirigía el ex conseller Carles Manera.

—¿Y cómo se siente al ser usted el responsable de leerlo?

—Muy contento. Salir a un balcón a animar a la gente es muy típico, pero no creo que en Mallorca haya otro tipo de pregón como este en el que se promocione la cultura del pueblo.

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