La familia de los hermanos Biel, Joan y Antònia Gual Gomila regenta desde hace 41 años el celler Can Ripoll de Inca, uno de los establecimientos de restauración con más historia de la ciudad. Sus característicos arcos y altas paredes evidencian la solera del local, abierto en el año 1768 y todavía a pleno rendimiento en la actualidad.

Biel Gual explica en este entrevista cómo se gestiona el celler hoy en día.

–El celler está activo desde mediados del siglo XVIII.

–Sí, abrió sus puertas en 1768 como bodega a la que sólo se iba a beber vino. Al principio no se servían comidas. Desde la fecha, el edificio se ha conservado tal y como era en el siglo XVIII y está catalogado. No sólo es el restaurante lo que tiene valor, todo el edificio presenta una gran riqueza y todavía conserva las dependencias de los antiguos posaderos y los criados. Pertenecía a gente noble.

–¿A cuánta gente pueden servir comida en un mismo día?

–En la sala principal caben unas cien personas. Hay un comedor reservado en el que caben 30 comensales más, y en el patio hay capacidad para unas sesenta personas.

–¿Cuáles son los días del año en los que el celler registra más actividad, además del Dijous Bo?

–Antes había trabajo cada día, siempre se llenaba el local. Ahora hemos notado mucho la crisis económica y sólo se trabaja de verdad durante los fines de semana. Creo que la ciudad de Inca, en general, ha sufrido un bajón importante. Aquí no hay nada, sólo cellers y fábricas.

–¿Cuáles son sus especialidades?

–La comida mallorquina en general es lo que pide más la gente. No tenemos un plato estrella en concreto, aunque mucha gente viene expresamente para saborear nuestras alcachofas rebozadas, las sopas mallorquinas, el frito de matanzas o los cervells a la romana, que tienen mucha fama.

–¿Vienen muchos turistas?

–Suelen venir turistas ocasionales, y lo que comen es muy diferente en función de si vienen al mediodía o por la noche. Al mediodía, suelen pedir ensaladas y cosas ligeras, pero para cenar todo lo contrario. Suelen interesarse por la comida mallorquina. A los alemanes lo que más les gusta es la lechona. También tenemos clientes extranjeros que vienen a Mallorca porque tienen una segunda residencia. Uno de ellos se deja cien euros cada vez que viene.

–Deben haber reunido muchas anécdotas a lo largo de estos cuarenta años.

–Siempre hay alguna anécdota. Hace poco, un camarero manchó sin querer a un cliente inglés y tuvimos que disculparnos y pagar los gastos de la tintorería. Después él no quiso pagar una botella de vino pensando que era una compensación. Otro cliente nos pidió una paletilla de cordero y nos dijo, convencido, que lo que le servimos no era una paletilla. Al final no se la cobramos para no tener que discutir.

–¿Han pasado muchos famosos?

–Por aquí ha pasado mucha gente. Me acuerdo de haber visto por aquí a Hugo Sánchez, Butragueño, Norma Duval, Florentino Pérez, que vino invitado por el hotelero Miquel Fluxà o el futbolista mallorquín Albert Riera.