“Sufrimos acoso diario, como persecuciones en coche, patín, bicis o amenazas” ha explicado el portavoz de galeras de Palma, Manuel Vargas. Asimismo distintas personas se acercan a sus galeras para “gritarles a nuestros clientes que somos gitanos y que les vamos a robar”. El dueño de Wisky, Toni Vargas, cuenta como cada día le llaman “maltratador en los semáforos o incluso me lanzan cubos de agua”. Es por ello que, algunos de ellos llevan Go Pro para poder gabar estas situaciones, aunque «a la gente le da igual». 

Unos días atrás un caballo de galera de Palma fue noticia por el supuesto golpe de calor que sufrió, un hecho que el propio dueño de la galera ha negado en varias ocasiones: “Mi caballo se cayó por el empujón del otro caballo al esquivar un carrito, hacían 33 grados. Toda la gente ha dicho que era un golpe de calor a más de 40 grados y no es verdad” afirmaba Venancio.

Con la difusión de hechos como estos las personas “crean una interpretación maléfica, parecemos los malos”, algo que posteriormente se “traduce en insultos de los ciudadanos”, ya sea por las publicaciones “falsas en redes como que los caballos están cojos o desnutridos” o por la difusión de videos que se “cortan antes de que el animal se levante”: “Un día vino un señor ha decirme que mi caballo estaba cojo, yo le dije que eso era mentira y me dijo que lo había visto en internet. Cuando me metí vi los comentarios de odio y xenofobia en Twitter”.  

Las galeras tiradas por caballos tienen sus días contados en Palma. El pleno del Ayuntamiento que se celebró ayer aprobó, con los votos a favor de todo el equipo de gobierno, el grupo municipal de Ciudadanos inicialmente autor de la proposición, la abstención del PP y el voto en contra de Vox, una propuesta en la que se indica que Cort realizará las modificaciones oportunas para el "cambio progresivo de todas las galeras de la ciudad, hacia modalidades eléctricas y no de tracción animal".

La prohibición de las galeras ha generado una situación de decepción entre los conductores de los caballos al no contar con ellos, «no nos aceptan en sus despachos, estamos excluidos de cualquier tema o reunión» manifestaba Manuel.

 Del mismo modo denunciaron la falta de ayuda del Ayuntamiento que contaba «con 150.000 euros para la sombra de los caballos desde hace siete años que no se han utilizado» o las negativas para conseguir nuevas exámenes para el carnet de caballos. A pesar de que Cort ha tomado una decisión, ellos dicen «no tener ni idea de nada, no sabemos si se van a quedar los caballos o habrá que sacrificarlos», ya que afirman no poder mantenerlos sin su trabajo actual. Tampoco, tienen conocimiento del modo de proceder en la transición a los nuevos vehículos eléctricos. 

Los caleseros aseguran que las medidas tomadas por el ayuntamiento no están justificadas ya que «no hay ningún caballo muerto por un golpe de calor, lo que ocurren son accidentes de tráfico», a lo que añaden que ellos siempre «pasan revisiones antes de empezar y la policía montada inspecciona a los caballos». 

La primera vez que se puso sobre la mesa la posibilidad de sustituir los tradicionales vehículos de caballos por unos eléctricos, los cocheros expresaron su negativa al regidor de Movilidad, Francesc Dalmau : «Nosotros hablamos con él y le dijimos que lo último que queríamos eran galeras eléctricas, preferimos una indemnización». Esta decisión crea cierta inseguridad, y si tiene tiene que existir el cambio «preferimos taxis o algún vehículo que se haya utilizado en Europa, no queremos ser unas cobayas».