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Furor constructivo

La Bonanova se transforma en un barrio solo para millonarios

La zona altera su configuración tradicional con nuevas promociones enfocadas solo al cliente de alto poder adquisitivo y precios que superan los 10.000 euros por metro cuadrado

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La Bonanova se transforma en un barrio solo para millonarios Miguel Vicens

Más grúas que pinos y más presión urbanística que nunca. El pasado 22 de julio las motosierras del servicio municipal de parques y jardines acabaron con estrépito y sin ningún miramiento con el conjunto de pinos centenarios que jalonaban la subida al Santuario de la Bonanova, el símbolo más antiguo del barrio, situado en su parte más elevada, desde donde la vistas se perdían entre sus ramas por encima de los tejados hasta llegar al mar y a la torre de Illetes.

Ese mismo horizonte mutilado lo ocupa hoy una enorme grúa y una obra, con un cartel publicitario en la calle Francesc Vidal i Sureda que anuncia el próximo alumbramiento de Villa Coelum, aunque el cielo ha dejado de verse desde allí y en los colegios ya nadie estudia latín. El cartel lo remata la promesa: «Sofisticada vida en la ciudad». Y una imagen idealizada de la promoción: dos viviendas aisladas desarrolladas en tres plantas de 418 metros cuadrados a 3,9 millones de euros cada una.

No es un caso aislado. Es la norma de las nuevas construcciones que se levantan en el barrio, con ejemplos en casi cada calle. La Bonanova ha entrado de lleno en el circuito del lujo y la opulencia y las grandes inmobiliarias especializadas en este sector con clientes extranjeros de alto poder adquisitivo ponen precio a los solares disponibles o a las viviendas tradicionales que se los pueden proporcionar tras la pertinente compra y demolición.

Vivienda aislada desarrollada en tres alturas. | M. VICENS

Por este camino, el barrio ha pulverizado en tiempo récord el crecimiento del precio de la vivienda del vecino barrio de Génova, el que experimentó un alza mayor el año pasado en Mallorca, de un 29,5%, hasta los 5.584 euros por metro cuadrado.

Esta transformación, que llega incluso antes de la aplicación en la zona del nuevo Plan General que tantas críticas ha levantado entre los vecinos por el crecimiento expansivo que permite y por incluir un polémico vial en el límite del barrio con el bosque de Bellver, tiene dos consecuencias inmediatas.

Nueva construcción estrenada hace dos años. | M.VICENS

La primera de ellas, la conversión de la Bonanova en un barrio solo para propietarios de altísimo poder adquisitivo, principalmente extranjeros, que progresivamente están desplazando a los vecinos mallorquines, ante los precios desorbitados que pueden llegar a conseguir con la venta de sus casas familiares.

La segunda consecuencia, que ya viene de atrás pero que se ha acelerado en último año, es la paulatina pérdida de la configuración tradicional de un barrio hecho originalmente de pequeños chalés, plantas bajas, algunas fincas de origen rural y pocos bloques de viviendas, la mayoría de ellos de principios de los años setenta y ochenta.

Superposición de viviendas tradicionales y nuevas. | M. VICENS

Camilo José Cela, que en 1962 encargó a los arquitectos José Antonio Corrales y Ramón Vázquez Molezún la que sería su segunda casa en Mallorca, describió entonces la Bonanova como «un caserío entrañable, minúsculo y sentimental» que «ama su decorado y cuyo espíritu se conserva por encima del tiempo y del progreso». Hoy entre la casa Cela y la antigua finca de Son Semola se levanta otra nueva construcción de lujo que quizá cambiaría la opinión del premio Nobel de Literatura.

La nuevas edificaciones que se imponen a la casa aislada es el bloque de viviendas de lujo, preferentemente de una vivienda por planta. Salen al mercado desde los 500.000 euros los más modestas, a los 3,9 millones las más opulentas, con una media de 10.000 euros por metro cuadrado para un apartamento de 125 metros cuadrados sin vistas.

Hay ejemplos en Francesc Vidal i Sureda, Bisbe Miralles o la calle Puig de Pollença, en una difícil superposición de nuevos bloques de edificios de lujo y viviendas tradicionales que ahora conviven casi sin espacio entre unas y otras. Y lo hacen en calles estrechas, con aceras minúsculas o sin ellas. Incluso en tramos donde el autobús de la EMT transcurre con mucha dificultad.

Bloque que se levanta frente al Santuario. | M.VICENS

La vorágine de nuevos edificios ha ido escalando poco a poco desde la parte más baja de la Bonanova, donde hasta ahora se habían levantado más bloques de viviendas, hasta la más alta, como si quisiera imitar la alta densidad de inmuebles del barrio vecino de Cala Major. Y ahora ha llegado a su calle principal, Francesc Vidal i Sureda, donde un nuevo bloque de viviendas está a punto de estrenarse, tres más están todavía levantando nuevas plantas, se ejecuta un derribo muy cerca de la empinada cuesta del Santuario con una declaración responsable del ayuntamiento de Palma, se erigen dos nuevas construcciones más entre la residencia de personas mayores y la farmacia del barrio y la finca municipal de las Cases del Retiro de Bellver sigue en el más absoluto abandono, con proyectos que no llegan a materializarse que se heredan de legislatura en legislatura. Un poco más allá, un chalet tradicional situado muy cerca de la entrada del bosque que lucía desde hace décadas un hermoso jardín con altos pinos ha sido demolido y de él solo queda una montaña de escombros que corona la estructura metálica de la que fue la chimenea de la casa.

Palma crece en la Bonanova a mucha velocidad, donde se multiplican las nuevas viviendas, como también lo hace en Son Puigdorfila o en Son Rapinya. La paradoja es que en ninguno de los tres barrios las nuevas construcciones son accesibles para la mayoría.

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