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Tribuna

¿Un argumento más para la necesidad de repensar el urbanismo?

Cambios a introducir en las ciudades para hacer frente a las epidemias

Una mujer pasea con su perro por el Paseo del Born. B.RAMON

En efecto, acontecimientos como el que el que desgraciadamente nos ha tocado vivir, causados por la pandemia del coronavirus, nos han de llevar indefectiblemente a una necesaria reflexión sobre cuáles han de ser los fines del urbanismo, o, dicho de otra manera, éste, y otros traumáticos acontecimientos o realidades sociales a las que asistimos día a día, terrorismo, violencia de género, envejecimiento poblacional, movimientos migratorios, han de servir para identificar los objetivos del urbanismo. Considero que el urbanismo ha de ser repensado. Hay que pasar del concepto tradicional del macro al del micro urbanismo, o, dicho de otra manera, sin olvidar la importancia del diseño global de nuestros pueblos y ciudades, es fundamental ir a la pequeña escala, y acertar, en definitiva, con las soluciones para los espacios relacionales.

Hoy, más que nunca, nos obliga a reflexionar sobre esta cuestión la situación pandémica en la que nos encontramos y las medidas que debemos observar para evitar, en el futuro, la facilidad de la propagación por contagio de esta u otras enfermedades similares e intentar que, cuanto antes, se superen este tipo de situaciones. Y, hoy, reflexionamos sobre este aspecto, como antes, hemos reflexionado, como he dicho, sobre los otros acontecimientos traumáticos y las nuevas realidades sociales.

En efecto, los atentados terroristas, han provocado el efecto del diseño en nuestras ciudades, de mobiliario urbano diseñado para su prevención, así como la utilización de elementos, como los bolardos o jardineras de gran tamaño y peso, para evitar la entrada de vehículos en las zonas de aglomeraciones urbanas. Por otra parte, la situación del mayor riesgo que tienen las mujeres en las ciudades, o el gran número de personas mayores que las habitan en una similar situación de riesgo, ya ha provocado que la legislación urbanística actual, obligue a que los planeamientos contemplen la evaluación del impacto de género que, aunque fundamentalmente viene referido a la población femenina, algunos informes ya lo han extendido a esa situación de debilidad y riesgo que tienen los mayores y, en consecuencia, extienden las medidas propuestas a este gran colectivo.

Así, medidas como un buen transporte públicotransporte público, con un sistema de paradas ubicado adecuadamente y con buena visibilidad, espacios públicos bien iluminados, mobiliario urbano y arbolado situado de modo que no permita una indeseada ocultación de personas, equipamientos destinados al cuidado de mayores, de niños, o de personas discapacitadas, ubicados estratégicamente de modo que tengan una buena accesibilidad y proximidad a lugares de trabajo de las mujeres ya que, innegablemente, son las que siguen asumiendo las mayores cargas de los cuidado a niños, mayores y dependientes en general.

Por último, el creciente problema de los movimientos migratorios, ha provocado que la cohesión social, ha de considerarse, más si cabe, como uno de los principios fundamentales que debe presidir el diseño de nuestras ciudades.

Esta reflexión nos lleva a una rápida y evidente conclusión que no es otra que el urbanismo, que el micro urbanismo, ha de servir para el diseño y establecimiento de una serie de medidas que ayuden a luchar a futuro con estas lacras sociales. Y, volviendo a la actualidad, el coronavirus, y las medidas de emergencia adoptadas, nos lleva a pensar si no sería conveniente el establecimiento permanente de todas o alguna de esas medidas en las normativas urbanísticas que se elaboren a futuro.

La conclusión no puede ser otra que la afirmativa ya que esas medidas tendrían una incidencia positiva en nuestra calidad de vida y, por ende, en nuestra salud. Desde luego, en este breve artículo de opinión no me referiré a las cuestiones medioambientales, de gran incidencia y repercusión en nuestra salud y calidad de vida, y que son de sobra conocidas. Debemos pensar en medidas más específicas y novedosas como el que los centros de trabajo, los equipamientos y los espacios cerrados de relación en general, como pueden ser los locales de hostelería y de ocio, deberían disponer de unos planes que podríamos llamar "planes de impacto sanitario" que, en una primera e incipiente fase de alarma sanitaria por algún tipo de enfermedad contagiosa, pudieran servir para continuar con el trabajo y la vida rutinaria adoptando una serie de medidas que vendrían recogidas en los planes citados, como podrían ser el aumento de las distancias entre los puestos de trabajo, con la reducción temporal, en su caso, de los que fueran necesarios, la reducción del número máximo de clientes de los locales, el distanciamiento de las mesas en los locales de restauración, o la preparación real para el teletrabajo, dotándose las empresas de medios adecuados a tal fin. En este sentido, ya la vigente legislación, Ley 9/2014 de 9 de mayo, General de Telecomunicaciones, establece que "las redes públicas de comunicaciones electrónicas constituyen equipamientos de carácter básico y su previsión en los instrumentos de planificación urbanística tiene el carácter de determinaciones estructurantes".

Desde luego, estos días estamos asistiendo a la importancia de que las entidades públicas y privadas estén preparadas para el teletrabajo. También hay que pensar que estas medidas planificadas para una primera fase de alarma y que, en algunos casos, podrían ser de permanente aplicación, también deberían contemplar un distanciamiento entre empresas y clientes, estableciendo distancias de seguridad en las actividades relacionales y no sólo en las entidades privadas, también en las públicas, rompiendo temporalmente, y quien sabe si definitivamente, el principio de la proximidad de la Administración a los ciudadanos a los que sirven, y quizás volver a las antiguas "ventanillas". Parece necesario referirnos al modelo que ha adoptado Corea del Sur ante la pandemia que no es otro que el adoptar medidas similares a las señaladas, continuando con la vida social y el trabajo habitual y evitando los confinamientos poblacionales, con el éxito que todo hemos podido apreciar.

En definitiva, la crisis que vivimos nos conduce indefectiblemente a un necesario distanciamiento social en nuestros hábitos de vida. En todo caso, y para finalizar esta rápida reflexión, considero que la crisis y el confinamiento temporal al que nos hemos visto abocados me refuerza en la convicción, ampliamente compartida por la inmensa mayoría de los urbanistas, que es más agradable y seguro vivir en las ciudades compactas, y que la crisis del coronavirus demanda unos servicios, y unas restricciones, para la población que no se pueden atender con un diseño de ciudad dispersa, con comunicaciones insostenibles y con equipamientos lejanos. Aprovechemos las lecciones de la crisis. Repensemos el urbanismo.

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