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Opinión

¿Palma, ciudad fallida?

La primera clave y, sin duda, la más importante me la dio José Carlos Llop en su libro La ciudad sumergida. La segunda la encontré...

¿Palma, ciudad fallida?

La primera clave y, sin duda, la más importante me la dio José Carlos Llop en su libro La ciudad sumergida. La segunda la encontré, hace tiempo ya, en un artículo de José Enrique Iglesias en Diario de Mallorca sobre los problemas para promocionar Palma (no Mallorca) como destino turístico de fin de semana. La tercera clave se me ofreció en San Sebastián, un sábado por la mañana, al observar la multitud que paseaba por los alrededores de la playa de la Concha, por el Boulevard o que abarrotaba los bares de la parte vieja. Palma parece una ciudad fallida porque son muy pocos los ciudadanos que se sientan como tales, que quieran disfrutarla y no solo morar en ella. La clase burguesa desertó, buscando refugio en una segunda residencia fuera de la ciudad y se desinteresó de las cuestiones clave de su ciudad.

Palma no puede entenderse sin el territorio de la isla, sin lo que últimamente se llama "part forana" y que antes se llamó "el camp" o "la pagesía". La ciudad de hoy es heredera de los antiguos "senyors" que no vivían en sus "possesions" porque no era necesario pero que tampoco hacían de Palma un lugar de encuentro creativo o cultural.

Estas familias tradicionales con mucho apego al medio rural y escasa conciencia urbana no tenían ambición de engrandecer la ciudad en la que poseían viejos caserones porque su interés residía en la explotación de la finca o en la administración de sus bienes. No hubo, por tanto, una clase media alta o muy alta con espíritu emprendedor en la ciudad, con voluntad de engrandecer la urbe.

Allá por los años sesenta, un Baltasar Porcel revolucionario nos decía a los estudiantes mallorquines en Barcelona que él creía que la nueva burguesía que se estaba formando con el turismo, al enriquecerse, exigiría cultura y desarrollo tecnológico y científico. Desgraciadamente no fue profeta. Aquí solo ha habido iniciativas individuales, algunas muy notables como la de Marcos Ferragut (quien por cierto, era de Inca, no de Palma) y el Auditorium, pero poco o nada colectivo. En este sentido, es como un milagro que el RCD Mallorca haya cumplido cien años, un raro ejemplo de entidad colectiva de muy larga duración, en Palma. Diría que solo algunas cofradías de Semana Santa tienen parecida antigüedad

También en los años sesenta, Josep Meliá, probablemente tratando de anticiparse a su tiempo, escribió Els Mallorquins ideario nacionalista imaginado para una "nación" que podía existir y que nunca ha existido. Tenía la mejor intención pero, como su ilustre colega escritor, no acertó.

Era lógico pensar entonces que podía ocurrir lo que pronosticaban, pero el dinero del turismo, el reparto más igualitario de la riqueza no llevó a que en Palma se crease una burguesía potente con conciencia de clase sino a que el dinero obtenido se dedicase sobre todo a segundas viviendas en la isla o a inversiones inmobiliarias.

La paradoja es que muchos de los que han creado riqueza o han sido emprendedores han procedido muy a menudo de la part forana.

Sin ir más lejos, los grandes nombres (empezando por el de Juan March) en el sector económico y turístico son originarios de los pueblos, como los Barceló, Estelrich, Fluxá, Coll, Ramis, Reig o los Nigorra. En el Consejo de Administración del RCD Mallorca que presidí fugazmente creo que yo era el único palmesano.

Cuando se cerró el Círculo Mallorquín de la calle Palau Reial, cuando el paseo del Borne dejó de ser lugar de encuentro y cuando el centro de Palma se trasladó desde el barrio de la catedral hacia Jaime III y Paseo Mallorca, -y de todo esto hace ya una barbaridad de años- la ciudad perdió sus últimas posibilidades de llegar a ser algún día una ciudad burguesa con señas de identidad propias.

Palma es una ciudad desierta los fines de semana. Solo la reciente oferta de restauración en el barrio de Santa Catalina permite hablar de un lugar para encontrarse, para distraerse. Los palmesanos que pueden, suelen huir de la ciudad durante el fin de semana

La nueva sociedad acomodada que se creó con el turismo ha preferido siempre el arrós brut al paladar fino, la caza a la tertulia sosegada, el velero a la música, el campo a la literatura. Palma (yo creo que tienen razón quienes preferían "Palma de Mallorca" porque sin la isla la ciudad no se entiende) ha sido durante muchos años una de las ciudades más ricas de España y, sin embargo, no ha habido una empresa cultural o de otro tipo que haya dejado impronta o simplemente que haya durado. Con una hubiese sido suficiente.

En esta ciudad hay muchos ciudadanos con iniciativa, con carácter emprendedor, con ambición y ganas de realizar grandes proyectos. Hay también gente muy solidaria, comprometida con la solución de problemas sociales.

Solo transmito una sensación de lo que me parece que ha sido la evolución de la ciudad. Sin duda los historiadores encontrarán explicaciones para todo. Tampoco sé si a estas alturas la situación es susceptible de cambiar.

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