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Entrevista

Ángela Tumbarello Casciola: "Las listas de espera no deben ser utilizadas políticamente"

La subdirectora de Atención al Paciente en Son Espases se jubiló tras 30 años en la sanidad pública

Ángela Tumbarello vive feliz su jubilación tras una vida que daría para una novela. Guillem Bosch

Ángela Tumbarello Casciola (Mendoza, 1953) tenía 23 años cuando el golpe de Videla en Argentina. Un día pusieron una bomba en la casa de un vecino sindicalista que provocó que su hijo de un año saliese despedido de la cuna. "¡Nos vamos!", fue la decisión irrevocable de ella y su marido. Llegaron a Mallorca, "me creía que era una isla caribeña", y la adaptación le costó "muchas lágrimas". Este mes de agosto se ha jubilado de su cargo como subdirectora del servicio de Atención al usuario en Son Espases, "orgullosa y feliz" tras 30 años dedicados a la sanidad pública "con el mejor equipo", agradece.

Es la hora del descanso y del repaso a una vida que podría novelarse. Ha lidiado en muchos frentes a favor de allanar el no siempre fácil camino entre los pacientes, sus familiares, el personal sanitario, el sistema. El servicio ha sido pionero. Tumbarello se ha marchado dejando en marcha la Unidad de Responsabilidad Social Corporativa. Entre los logros del equipo, el primer Observatorio en España de asociaciones de pacientes y ONG por el que acaban de ser premiados.

P ¿En Argentina ya pensó en dedicarse al trabajo social?

R Estudiaba Derecho pero se interrumpió al venir aquí. Cuando llegamos trabajamos en todo lo que pudimos, vendí periódicos en la calle, fui de las primeras, justo en la avenida Argentina, ¡qué simbólico!, también trabajé como camarera de hotel; pero siempre tuve claro que iba a estudiar solo que no pude hacerlo hasta que mis padres nos siguieron y vinieron a Mallorca. Yo trabajaba en una distribuidora de cine y me apunté a la Escuela de Asistencia Social en 1978.

P España estaba muy verde en asistencia social tras 40 años de dictadura.

R Sí, estaba todo por hacer y en ese sentido fue una etapa riquísima. Se convocó plaza en la Escuela de Asistencia Social y la saqué. Juana Gual creó la primera regiduría de Servicio Social en el Ayuntamiento y saqué la plaza. De alumna a profesora en sustitución de Gual, una maestra. Pero a los 3 años me aburrí y me presenté a las oposiciones del Imserso y me fui a abrir el primer Hogar de la Tercera Edad en las Viviendas Virgen de Lluc. Fue la etapa más divertida de mi vida.

P ¿Cómo ve el mundo de las personas mayores?

R Yo no quería trabajar en ese ámbito pero al sacar las oposiciones me di cuenta que son las personas las que palían la soledad, no la administración. Y eso se puede conseguir en algo tan banal como tocar. Sin falsa modestia, creo que dignifiqué el cuidado de los mayores.

P ¿España cuida bien a sus mayores?

R Sí, y aunque puede molestar, creo que son las familias las que no los cuidan bien. El estado no puede hacer ese trabajo. Hay que mirarles, la gente ya no lo hace. A mí las personas no me son indiferentes. Cuanto más vieja me hago, más me sensibiliza el entorno.

P ¿Exactamente en qué consistía su trabajo?

R En mediar. Hacíamos de muelle entre el paciente y el sistema para que el muelle estuviese bien engrasado, y si podíamos conseguir que fuera bonito, era lo mejor. Nadie está preparado para la enfermedad. Tenemos muy idealizada la salud y no nos preparamos para vivir esas pérdidas que se van produciendo. Yo no puedo culpar a nadie, hay que aceptar y cuidarse.

P ¿Aguantará el sistema público de salud?

R Sí, pero es necesario que tomemos conciencia y lo usemos racionalmente.

P ¿De qué abusos habla?

R Excesivo uso de la sanidad en la que se demandan milagros al médico que acaba asustado. La presión es muy fuerte, internet ha hecho un daño tremendo. El paciente llega diciendo "yo tengo esto y creo que debo tomarme esto", por eso se están dando casos de médicos a la defensiva, cansados de este tipo de pacientes. Se les trata con displicencia pero se les exige que a partir de mi relato subjetivo, me cure. Si el médico no acierta, puede acabar siendo llevado a un juzgado.

P La Administración Balear es la que peor paga a empleados públicos de Sanidad y Educación. Otro agravio.

R Está mal pagado en líneas generales, por eso van a la privada.

P ¿Vería con buenos ojos un modelo mixto?

R Yo, que soy defensora de la pública, creo que un sistema de copago según los ingresos no resultaría irracional.

P ¿Son las listas de espera el talón de Aquiles de la sanidad pública?

R La sanidad pública garantiza que quien espera puede esperar, y si no puedes, no vas a esperar. Lo urgente se atiende siempre. Dicho esto, claro, entramos en el terreno de la angustia, la espera; el dolor no genera urgencia pero sí ansiedad y afecta a la calidad de vida. No creo haber atendido ninguna reclamación de un fallecido por no haber sido atendido estando en lista de espera. Y si su situación se ha agravado, se ha intervenido en el acto. No estoy a favor de las listas de espera y la sanidad pública debe reducirlas, pero también opino que no deben ser utilizadas políticamente. Por cierto, ¡en la sanidad privada también las hay!

P ¿Qué opina de los ataques al personal sanitario?

R No soy socióloga, no lo sé medir pero esa violencia está en todo. Hemos tenido que poner un botón antipánico en el servicio, que es la cara amable. Es muy penoso que muchos crean en resolver conflictos con violencia.

P La profesión se está feminizando.

R Me alegro mucho porque se está dando un toque de humanización mayor. Los profesionales más jóvenes ahora se comunican mejor. No se ve solo la enfermedad sino el contexto. Se nota la acción de los servicios sociales. ¡Es un orgullo!

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