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El hotel Belvedere

El hotel Belvedere

Para los vecinos de San Agustín, el hotel Belvedere es el hotel del barrio. Se le tiene cariño por que sus clientes no son conflictivos y tampoco genera problemas de ruido excesivo o similar. Para los vecinos del barrio es la referencia vital que marca la llegada de la época veraniega.

Cuando el hotel abre y sus clientes empiezan a recorrer arriba y abajo el antiguo camino de Génova con destino a las playas de Cala Major y a sus bares de clientela extranjera una ola de alegría y optimismo recorre el barrio. Es el anuncio de que el verano, las vacaciones, el buen tiempo, la saturación y las colas han llegado. A partir de ese momento, los residentes que transitan con sus coches por ese tramo prestan espontáneamente especial atención porque saben que circulan los clientes del Belvedere caminando casi siempre despistados, generalmente prudentes y relativamente alarmados por la ausencia de acera en muchos trozos, entre ellos todo el que rodea los jardines del hotel.

Es muy probable que los dueños del hotel, siendo muy conscientes de la problemática de sus propios clientes, hayan ofrecido al Ayuntamiento la posibilidad de retranquear un par de metros para que se construya una acera. Una iniciativa así, además de ser interesada por suponer un beneficio directo para sus clientes, demostraría un olfato empresarial afinado ya que mejoraría el reconocimiento del hotel entre los vecinos del barrio. Este tipo de iniciativas no son novedosas. En Trillo, un pueblo de Guadalajara donde se instaló una central nuclear, los vecinos no están de acuerdo con el plan del Gobierno de Pedro Sánchez de prescindir de la energía nuclear. La llegada de la central supuso importantes mejoras para el pueblo que introdujeron sus responsables. En otros pueblos, son las industrias químicas las que construyen directamente infraestructuras como parques, aparcamientos e, incluso, cines para conseguir la aceptación de sus vecinos. El concepto de pueblo "todo gratis".

La industria del turismo también es contaminante.

Aunque no se puede comparar el botellón, los turistas sin camiseta, la sobrecarga de las infraestructuras municipales o los coches de alquiler y la necesidad de los residentes de buscarse un garaje, con el riesgo de una fuga nuclear o la contaminación química de un río, lo cierto es que generan "contaminación" para el barrio. Sería peligroso introducir limitaciones a la única fuente de ingresos de nuestra tierra, pero también sería de agradecer un esfuerzo por parte de los dueños de la industria turística para hacerla simpática a los residentes.

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