Los Pullman van a quedar de cine. Los edificios de Cala Major conocidos desde hace décadas por su degradación y todo tipo de conflictos están inmersos en una completa reforma que comienza a dar sus frutos. Quienes pasan por la calle Joan de Saridakis se sorprenden de que el color albero de la fachada está cambiando por el blanco, aunque no es la única novedad de una remodelación que este agosto ha finalizado su primera fase y el próximo mes iniciará la segunda. Cuando se terminen todas las obras, tendrán hasta un amplio recibidor y una nueva piscina que recordará el pasado de esplendor de la finca construida en los años 60 y que empezó como apartotel.
Pullman es también el título de la próxima película del director mallorquín Toni Bestard, que el año pasado rodó en el exterior del inmueble -aún estaba su antigua fachada- parte de las vivencias de dos niños en la Mallorca turística. "Es el punto de partida de la cinta y el escenario, el trasfondo de la historia. Buscaba una comunidad con muchos vecinos, un lugar de gente trabajadora, humilde, a la que le cuesta salir a flote y llegar a fin de mes; y me gustaba además el contraste con la cercanía de Marivent y su vida palaciega", dice sobre la razón por la que escogió este emplazamiento que ahora deja atrás su mala fama.
El estreno de la película -cuya posproducción finalizó la semana pasada- servirá para rememorar la anterior estética de los Pullman II y III, que son los dos edificios en proceso de reforma. El primero está recién pintado y el segundo empezará en breve. Entre ambos suman 205 estudios de 25 metros cuadrados con alrededor de 600 habitantes, la mitad inquilinos y la otra mitad propietarios, calcula el encargado de mantenimiento, Ramón Aguilera. Lleva unas dos décadas residiendo allí y ha visto de todo respecto a la dejación y engaños tanto de presidentes de la comunidad como de administradores de fincas. Por ello no deja de agradecer la labor del último. "Ha hecho en tres años más que el resto en veinte", resume.
Fincas Mayurqa entró en 2016 e impulsó, con el arquitecto Víctor Aliaga, la ansiada rehabilitación. "Lo más inmediato fue vaciar de residuos la zona de la piscina, ya que parecía un estercolero. Había bicicletas rotas tiradas, muebles, barbacoas, bolsas de basura y todo tipo de desperdicios", según enumera el administrador, Tolo Soto. A continuación podaron las palmeras, que llevaban décadas sin ser cuidadas; y sacaron todos los escombros que había en el aparcamiento subterráneo, porque pese a ser de un particular, fue utilizado por algunos vecinos para dejar restos de obras, la mayoría ilegales.
Un antiguo folleto de cuando el apartotel se convirtió en viviendas.
La reforma del interior empezó con el cambio de las bajantes de fecales, que eran de uralita, y la sustitución de los dos ascensores. Uno llevaba diez años sin funcionar simplemente porque no habían cambiado un sencillo cable. Otra obra imprescindible fue la reparación de las escaleras, que "estaban apuntaladas, se caían a trozos y eran un peligro, por lo que Cort estuvo a punto de precintarlas", destaca Soto.
Impermeabilizaron la terraza frente a la calle Joan de Saridakis y la azotea, donde también había acumulados escombros y hasta bolsas de basura de incívicos que no las bajaban al contenedor. Esta actuación llegó a finales de 2018. La más vistosa empezó en abril de este año. Los andamios coparon la fachada del Pullman II para, en primer lugar, quitar las antenas, macetas, tendederos y cualquier otro añadido, y continuar con la reforma para la preinstalación de los aires acondicionados. "Es una medida pionera en la zona. Desde la fachada solo se ven discretas parrillas de ventilación en vez de las típicas cajas", tal como detalla. En septiembre será el turno de transformar la otra fachada y el aparcamiento exterior.
Los protagonistas de Pullman seguramente vivirían las mismas aventuras si la película se hubiera rodado un año después, pero los conocidos edificios no hubiesen sido un escenario tan idóneo para la trastienda del sector turístico, precisamente porque la reforma los está dejando de cine.
El turismo de los 60 estrenó el apartotel donde cantaron Lola Flores y Manolo Escobar
Los Pullman comenzaron su andadura en los años 60 como apartotel, frecuentado sobre todo por turistas escandinavos. De su oferta destacaba una gran piscina con solarium, un minigolf y una discoteca donde ahora está el aparcamiento subterráneo y en la que actuaron durante sus inicios artísticos cantantes como Lola Flores, Manolo Escobar y Georgie Dann, entre otros.
En la década de los 80 se convirtieron en viviendas (estudios de 25 metros cuadrados) y poco a poco empezó el proceso de degradación. Las comunidades de propietarios del edificio I y del IV los rehabilitaron y les cambiaron el nombre para alejarse de su mala fama. Los últimos han sido los de la comunidad de vecinos del II y III, aunque no quieren quitarle el nombre de Pullman, sino lucir orgullosos su mejora.
Un pasado como 'Distrito 9' y "el híper de las piezas"
Durante años, una pintada en la novena planta de los Pullman advertía de que entrabas en el 'Distrito 9', donde el tráfico de drogas era patente con detalles como puertas con ventanillas metálicas similares a las de las gasolineras, además del trasiego de gente a cualquier hora, sobre todo de madrugada.
Con la última crisis, decenas de inquilinos y propietarios de estos dos edificios de Cala Major fueron desahuciados, por lo que dichas viviendas acabaron ocupadas y subarrendadas por mafias. Los nuevos habitantes se conectaban a la red eléctrica de los vecinos manipulando el cuarto de contadores y hasta robaban los cables de cobre de los ascensores.
Los demás residentes vivían atemorizados, pero los conflictos de todo tipo venían de antes. En los Pullman ha habido reyertas con cuchilladas y un asesinato, y han servido de refugio para un grupo de atracadores. Además, los edificios eran conocidos como "el híper de las piezas" entre los pequeños delincuentes, porque allí acababan muchos robos.
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