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Palma a Palma

Libertad de alma

Libertad de alma

Clasificamos la geografía urbana según diferentes criterios. Zonas tranquilas, ruidosas, luminosas, oscuras. Dibujamos la cuadrícula ciudadana siguiendo parámetros preferentemente objetivos. Pero lo subjetivo, muchas veces inexpresado, también tiene su importancia.

Con los años he aprendido a identificar factores poco comunes, pero que no por ello dejan de tener su relevancia. Por ejemplo, he descubierto algunos lugares que te conceden libertad de alma.

No todos los sitios te producen el mismo efecto. Hay calles, edificios, plazas que te hacen sentir pequeño y prisionero. Como un canario encerrado en su jaula. Muchas veces, solo te das cuenta cuando los abandonas. Y al alejarte de ellos te sientes de otra manera, lo ves todo diferente. Era aquel callejón, aquel patio, el que te oprimía.

Y también ocurre lo contrario. Sin ser del todo consciente, en determinados momentos buscas un rincón especial de la ciudad. Con mucho cielo, un claustro, un camino entre jardines. Y allí respiras hondo. Sientes como si de repente se ensanchara tu pecho. Puedes notar una sensación de frescor etéreo. De libertad de alma.

¿Cómo definirlo? Existe como una ventana metafísica que comunica el mundo exterior con el interior. Un estanque inmaterial en el que te sumerges y que te empapa de horizonte y trascendencia.

Si de verdad quieren formarnos como personas, en la escuela nos deberían enseñar a dar con estos rincones. Porque están aquí, al lado nuestro. Son diferentes según cada persona. Pero una vez hallados, te acompañan toda la vida. Te abren la puerta del laberinto interior. Te alimentan el alma sin que sepas porqué.

A veces las realidades poco evidentes son las más poderosas. Como un sencillo rincón de la ciudad que, por alguna razón desconocida, sirve de surtidor para tu depósito anímico. Un jardín umbrío, un balcón sobre el mar, una escalera con buganvilias, un pantalán solitario...

Y en ellos, aunque sea solo por unos instantes, vives de otra manera.

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