Siempre me han asombrado las matemáticas del inconsciente. ¿Por qué un día sueñas con los camareros del bar adonde ibas de adolescente? No ha ocurrido nada durante el día que haga referencia a ellos. ¿Qué oscura fuerza, qué analogía, los ha llevado hasta tu sueño?
Hay una oscura inteligencia en lo subliminal que desconocemos. Pero que resulta muy importante. Ocurren cosas, casualidades, analogías, y como no sabemos explicarlas, acabamos por olvidarlas. Tal vez tengan más importancia de la que pensamos. ¿Pero cómo saberlo?
Una categoría que me fascina son los recuerdos vagabundos. Ocurre a veces. En un momento en que lees, vas en bus, o simplemente caminas. Y de repente, te asalta el recuerdo vivísimo de algo totalmente extemporáneo. Una imagen que no tiene nada que ver con lo presente. Que se presenta por sorpresa, como si fuese un recuerdo errante, que vagabundea por los eriales de tu mente.
Te preguntas de dónde sale por ejemplo aquella imagen de una cisterna grande, resonante, de agua oscura. La viste hace muchos años, durante un viaje a los Pirineos. Y tampoco tuvo más repercusión que la fuerza del escenario.
Y de repente, regresa. Sin que hayas accionado ningún resorte significativo para llamarla. Ni la palabra "cisterna", ni "Pirineos", ni nada que racionalmente lo explique.
¿Qué hace ahí? ¿De dónde viene? ¿Adónde va?
Son como diapositivas del pasado que te llenan de una sensación extraña de ajenidad y añoranza. Te hacen sospechar la existencia de otra dimensión de la vida, que desconoces, en la cual ese recuerdo sí tiene importancia.
Al final, te preguntas si nosotros mismos no somos una especie de recuerdos vagabundos de la vida terrestre. Pequeños avatares sin sentido aparente. Que aparecemos y desaparecemos sin que ninguna razón objetiva pueda explicarlo.
Como esas imágenes fugitivas que vienen de quién sabe dónde y van hacia un destino desconocido.
