Tras una mañana lluviosa y una tarde nublada, la procesión del Corpus trajo el buen tiempo a la ciudad. Justo en el momento en que la Lledània y la Custodia del Santísimo salieron de la Catedral, la primera a hombros, surgió el sol entre las nubes. Las campanas de la Seu empezaron a tañer cuando apareció la pieza artística donde se expone la hostia consagrada, llevada sobre el paso cedido por la iglesia de La Sang, y tras ella iban los feligreses que dos horas antes habían acudido al templo para asistir a la tradicional misa del Corpus Christi.

La obra de arte de 181 kilos y con base neogótica del siglo XIX cerraba la comitiva con el obispo de Mallorca, Sebastià Taltavull, caminando detrás. Delante iban la Policía Montada de Gala, los Tamborers de la Sala y xeremiers, los Cossiers i Cavallets con la Dama y los porteadores de los dos lábaros y fanales que anunciaban la llegada de la Lledània. La cruz de mayo rodeada por un millar de flores creadas con cera de colores y formando un gran círculo fue procesionada por los presidentes de cuatro hermandades.

Siguieron un grupo de cofrades y de niñas que esa misma tarde celebraron su primera comunión en la Seu. La Banda de Música de la Almudaina comenzó a tocar, como hizo poco después la Banda Municipal, entre la Custodia y las decenas de feligreses que acompañaron el Cuerpo de Cristo por las calles del barrio catedralicio.

"Ejercer la caridad"

Antes de la procesión se celebró la misa y Taltavull recordó en su homilía los datos de la rueda de prensa que dio Càritas la semana pasada, donde ponía de relieve que actualmente atienden a más usuarios que los primeros años de la crisis, hace una década, lo que significa que muchas personas todavía no la han superado. El obispo remarcó este hecho para valorar la importancia de ayudar al prójimo y "ejercer la caridad", ya que "cuando sumamos esfuerzos multiplicamos resultados".