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Muñecos viejos

Muñecos viejos

Los que hemos tenido hijos siempre les compramos muñecos. Es uno de los regalos que hacen más ilusión. Por más pequeños que sean, siempre hace mucha gracia verles abrazar el perrito de trapo, el osito de felpa, el patito de goma. Y durante unos años, niños y muñecos se convierten en compañeros inseparables.

Pero, ay, llega el día en que los hijos pasan la barrera de la infancia, para entrar en la pubertad, la adolescencia y más tarde la adultez. Y de repente, aquellos muñecos que ya se han convertido en un miembro más de la familia, quedan arrinconados. O corren incluso peor destino. Sucios, arrugados, a la espera de un final anunciado.

Luego los hijos se van, para hacer su vida. Y a veces te quedan sus muñecos. Abres un día un armario, y en el fondo, entre unos cajas, aparecen el osito, el perro, el patito. Entonces, sientes un nudo en la garganta.

Coges el muñeco con delicadeza. Sabes su nombre. Te acuerdas de dónde y cuándo lo compraste. Podrías relatar todas y cada una de sus aventuras. Los viajes, los manchurrones, los desgarros. Ahí están, como una historia patente de una parte de tu vida. Y también de los hijos. Pero ellos han renunciado a ella.

Se produce entonces un instante dramático. ¿Qué hacer con esos muñecos viejos? Sabes positivamente que ya no servirán para nada. Que en caso de que hubiese otros niños en la familia, son demasiado anticuados y están muy ajados como para poder reutilizarlos. Pero al mismo tiempo te suena a sacrilegio llevarlos al contenedor. ¿Cómo voy a tirar al Patito Cuac si ha vivido toda la vida conmigo?

Es una de esas decisiones que tienen como subtexto el implacable paso de la vida. Aquellos personajes tan felices y queridos, ya nunca tendrán otra vez su papel. Y con ello te están diciendo que tú también eres, en cierto modo, una especie de muñeco anticuado. En un mundo que cada vez es menos tuyo.

Uno es un sentimental. Y no es capaz de desprenderse de ellos. Allí están. Mirándome fijamente desde el armario. Para recordarme diariamente que nada es para siempre y todo pasa.

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