El 12 de julio de hace seis años, Miquel Solivellas inauguró con su familia la ampliación de una de las heladerías más importantes de Palma, con permiso de Can Joan de s'Aigo. Este pasado 12 de julio falleció a los 81 años rodeado de los suyos. El funeral del dueño de Can Miquel se celebró ayer en la iglesia parroquial de Sant Jaume, el céntrico barrio en el que se halla el negocio donde los palmesanos disfrutan estos días de calor de un centenar de sabores artesanales elaborados desde 1979.

El maestro heladero originario de Caimari comenzó a trabajar en el sector de la pastelería en los años 50 y estos conocimientos le sirvieron posteriormente para la heladería de la avenida Jaume III, que ahora está ubicada detrás, en la paralela Montcades. El primer local, el abierto a finales de los 70, tenía una vitrina que exhibía en sus inicios 24 helados diferentes. Poco a poco fue experimentando y añadiendo nuevos sabores, una característica que con el tiempo fue aumentando y le granjeó una merecida fama, por la calidad y porque muchos ingredientes eran innovadores en el mundo de las heladerías.

En el año 2010 tenía hasta 92 variedades, de las que 24 eran de diferentes clases de chocolate, con el jamaicano como "estrella de la casa", con un toque amargo. Entre los más curiosos, destacan el helado de ajo y el de pimientos picantes, por ejemplo. Solivellas también fue un innovador en el uso del aceite de oliva y durante años, desde el 2000, participaba en la Fira de s'Oliva de su pueblo natal con una degustación de una veintena de sabores, entre los que se podían encontrar helados de aceite, de olives trencades o de trempó con aceite virgen.

Además, tenía de algarrobas, setas, caquis, almendras crudas y tostadas, higos secos con nueces y otros sabores no asociados al dulce. Solivellas reconocía en una entrevista que eran helados muy poco comunes "si se contempla desde una perspectiva típica", porque "el cliente tiene la visión tradicional de que es un postre o un refresco de verano", aunque "en realidad el helado es un ingrediente más de la buena cocina que sirve para acompañar otros platos". Explicaba que elaboraba algunos helados "con un poder edulcorante bajísimo", por lo que se podían utilizar para primeros o segundos platos. Sin embargo, "lo que hace falta -añadía- es que los hosteleros y restauradores pongan a trabajar la imaginación".

Nuevo local

De todos modos, la mayoría de los ofertados tanto en la heladería de Jaume III como en Montcades son dulces. El primer establecimiento permaneció abierto hasta 2015 y convivió con el actualmente en funcionamiento durante cuatro años. El cambio se hizo para ganar metros cuadrados con la unión de un local ubicado en la pequeña calle Can Serra de Marina y otro que tenían en Montcades. Como contó en su momento el heladero, querían crecer porque el negocio de la avenida comercial era muy estrecho y casi no tenía "mesas ni condiciones adecuadas para tomar un helado tranquilamente", argumentó.

La actual heladería Can Miquel se encuentra en la calle Montcades, muy cerca de Jaume III. B. R.

Los clientes no solo ganaron en amplitud, sino también en una mayor variedad de helados y otro tipo de dulces, como bombones, tartas y pastas para desayunar. Miquel trabajó durante décadas con su mujer, Pola; y poco a poco fueron cogiendo el relevo su hija, Teresa, y su yerno, Joan Valero, que cuentan con la ayuda de sus hijos. Todos ellos honraron ayer la figura del heladero más conocido y apreciado de la ciudad.