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Palma a la vista

Ciudad equívoca

El Molinar, por los suelos. L.D.

La literatura siempre tan certera a la hora de describir y describirnos. Hace años, un tal Guy de Forestier, que todos sabemos que no es otro que el arquitecto Carlos García Delgado, se sirvió de un hecho, las señales de tráfico, los rótulos, las cartelas de calles, siempre tapadas o por esa rama oportuna, o por una hilacha de tendido eléctrico, para describir lo parcos que son los isleños a la hora de dar información. De ahí que conducir por la isla o deambular por Palma nos convierta en seres equívocos.

Usted quiere ir a Selva y puede llegar desde la autopista de Inca o incluso desde Lluc. Si en un momento dado pierde el letrero que le iba avisando de su destino, no se desespere, bienvenido a Mallorca. No digamos lo que ocurre cuando se pone por en medio una rotonda. Ahí sí que entramos en un bucle de pérdidas.

En Palma se corre pareja suerte. El equívoco es capital y de la Catedral a Bellver, todo es lo mismo, porque siempre puedes acabar en la plaza de toros, hoy territorio denostado por unos cuantos y solo visitado por los cruceristas que le hacen un clic en su recorrido rápido del barco a Cort, del castillo a la iglesia y de ahí a comprar perlas cultivadas a un negocio vecino al coso balear. Un clic, no es demasiado esfuerzo.

Antonio Tabucchi, el escritor que no pudo evitar caer en la saudade y en una extraña forma de vida, sitúa a los personajes de Pequeños equívocos sin importancia en el filo de la navaja donde nada es lo que parece, y donde casi todo puede ser fruto de la casualidad, pero no.

Un mallorquín es poco lisboeta, le sobra laconismo y le falta poso melancólico. El cerdo no alimenta la melancolía, pero en común sí tiene ser poco amigo de la evidencia. El mallorquín se oculta. Pudiera ser un buen personaje de Shakespeare. De ahí que evite dar información, de ahí esa maraña de señales, en las carreteras, en las calles.

No hace ni unos meses, concretamente desde marzo, que se estrenó el enlace de la autopista de Llevant con El Molinar y el Camí Fondo. El acceso también al Coll d'en Rabassa llevaba tiempo siendo reclamado por los vecinos de estas dos zonas de la ciudad. La plataforma Salvem El Molinar calificó la obra de "descomunal" porque, y así lo dijeron, "sólo pedían un acceso, no las obras faraónicas". Han costado 17,4 millones de euros, financiados por el ministerio de Fomento.

Otro gran equívoco, el dar salida a una larga petición que acabase con el eterno atasco que se daba en el Coll de camino a Palma, para ir al Molinar o salir de él, con la construcción de una rotonda que se sale de plano. Al construirla se han fraccionado huertos, se ha partido a la mitad la herencia agrícola de algunos vecinos y con ella, de la ciudad, y, y eso es lo que más temen los de Salvem el Molinar, se despeja esta área de Palma al albur de la construcción. Un poco más si cabe.

Ha caído un letrero, el del Molinar, como si fuera una señal. Alguien la ha colocado en el suelo, pero ojo, en sentido contrario. De esta manera, el que se guíe por ella acabará en Sant Jordi o en la rotonda de Manacor. Un equívoco más. Sin importancia.

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