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Visajes de ordenador

Hubo un tiempo en que las gestiones se hacían a mano. Aunque hoy en día parezca imposible

Visajes de ordenador

Hubo un tiempo en que las gestiones se hacían a mano. Aunque hoy en día parezca imposible. Muchos se acordarán incluso de aquel control de embarque en el aeropuerto absolutamente manual, donde los operarios rellenaban parsimoniosamente sus formularios. Tú podías seguir la evolución del proceso. Adivinar cuánto iba a durar. Contemplar las incidencias a base de vigilar la evolución de la escritura.

La informática acabó con todo aquello. Hoy en día, cualquier gestión se convierte en un ejercicio esfingítico. Una adivinación a veces inquietante. Porque el operario está pendiente de un ordenador, que tú no puedes ver.

Las caras de cualquier empleado a la hora de manejar el aparato son un poema. Cuando llegas, contempla la pantalla como aquel que divisa un extenso panorama. Luego, empieza a fruncir las cejas, mientras teclea. Tú te empiezas a preocupar. Está concentrado, silencioso. "Eso es que hay algún problema".

A continuación, el operario suele entrar en la fase de estupefacción. Iluminado por la luz fantasmal de la pantalla, abre mucho los ojos. Dilata las pupilas. Como si estuviese obteniendo vía informática algún secreto inconfesable.

Después de un rato de inactividad, a esta fase le suele seguir la de la actividad intermitente. El operario mira al teclado, teclea, mira la pantalla, vuelve a teclear. Todo ello con un aspecto de gran concentración. Tú respiras con alivio. "Eso es que ya está casi resuelto".

Pero no. Al poco vuelve la fase de estupefacción. Se queda paralizado mirando la pantalla. Suspira. Mira el teclado pensativo. Vuelve a contemplar la pantalla. Te tiene auténticamente en ascuas. "Eso no va bien", te dices con preocupación. Lo peor viene cuando el operario mira hacia un lado y suspira. "Cielos, ¡ha suspirado!", te dices con alarma. Mira la pantalla con desconfianza, como si le estuviese engañando. Y vuelve otra vez al mismo ritual. El gesto de desconcierto, el tecleo, la parálisis...

Según sea la gestión a la que estás entregado, este proceso puede ser largo y angustiante. Hasta que el operario, recomponiendo el ceño, le da a una tecla y suena la impresora. "Listo", y tú suspiras con gran alivio.

Qué tiempos aquellos en que todo se hacía con bolígrafo....

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