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Línea 9

Palma a Palma

Línea 9

Santiago Rusiñol hizo famosa aquella imagen de la isla de la Calma. Y de una Palma tranquila, familiar, donde todo el mundo se conocía. Se desconocía la prisa. Y el tiempo pasaba con la densa gravidez del chocolate deshecho.

Los tiempos han cambiado. Rusiñol no reconocería aquella ciudad en la Palma actual. La prisa, el agobio, la masificación, la impersonalidad urbana lo han invadido todo. ¿Todo? No. Todavía queda un pequeño reducto. Un tesoro antropológico. Una aldea de Asterix de la Palma de otro tiempo. No se trata de un barrio. Ni de un establecimiento. Sino de una línea de autobús.

De entre la extensa oferta de la EMT, destaca una línea excepcional: la 9. Une la Porta de Sant Antoni con la Real y Son Espanyol. Utiliza microbuses y sus frecuencias son reducidas. Recuerda más un servicio con la Part Forana que una comunicación palmesana.

La línea 9 te ofrece el mismo panorama de aquel tranvía del Terreno de Rusiñol. Sin el exceso, eso sí, de que se detenga para esperar a un usuario que se retrasa. Al ser tan pequeño el vehículo, se forma un ambiente realmente familiar. Favorecido además por el hecho de que la mayor parte de los pasajeros no sólo se conocen, sino que están al tanto de los desplazamientos de los otros.

Sentarse en la línea 9 es viajar hacia atrás en el tiempo. El conductor saluda amablemente a los usuarios y les llama por su nombre. Un señora se sienta frente a un caballero para explicarle su visita al dentista. Mientras que él comenta sus últimas incidencias médicas. Otro pasajero se extraña de que Na Pepita no haya subido. Varios comentan entonces el problema que tiene recientemente con su coche.

Así como el bus normal te hace sentir siempre extranjero, eventual, la línea 9 te acoge desde el primer momento. Es como si formases parte de una excursión privada. Ves como desfilan las Avingudes, y los que suben saludan a todo el pasaje. "Uep, bon dia Tomeu!". La ciudad es un escenario lejano, mientras los vecinos comentan sus problemas comunes. Las últimas noticias de la Real o Son Espanyol.

Cuando tienes que descender, casi te da pena. Seguirías hasta el final de la línea. Incluso repetirías. En esa sensación rediviva de una Palma mucho más cercana, real, humana. Algo que hoy en día sólo sale en los libros.

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