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Palma a la vista

El Mavi baila swing por sus 60

Los dueños del Mavi celebraron en familia y con clientes los 60 años del Mavi. M. Mielniezuk

"Para desayunar, comer, cenar, celebrar un cumpleaños o ver un partido de futbol, en el Mavi, está uno como en casa", escribe Vicente García. Él es, junto a Natàlia Rabassa y Javier Matesanz, autor de Seixanta anys com a casa, un libro que es la historia de un bar, el Mavi, que ayer sopló sesenta velas. Las de su vida.

El libro sacó los colores a Jordi Llabrés y María Mateu, a quien su hijo, Biel, les rindió homenaje con la entrega de este escrito hecho a varias voces. Sesenta años de un bar como el Mavi encierra mucha literatura y son excusa para una fiesta como la que ayer puso a bailar a familia, clientela y también paseantes en la calle 31 de Desembre, donde todas las mañanas, se saluda el día con un café que despierta al más aletargado y si entran las ganas, con el nocturno, el bocadillo marca de la casa.

Se bailó a ritmo de swing, el de los Monkey Doo, una historia que empezó un 14 de julio de 1955, día en que Biel Llabrés Carbonell y María Cirer, levantaron la cancela de su negocio, el bar Mavi, a las afueras de Palma. En los cincuenta, 31 de Dessembre estaba lejos del circuito comercial de una pequeña ciudad de provincias que se movía intramuros aunque empezaba a trasladarse al ensanche, con un pauta habitual en la evolución urbana de las ciudades españolas del desarrollismo.

Antes que liarse la manta y abrir su propio local, el matrimonio de Sencelles dejó su pueblo y se trasladó a la capital. Aprendieron de l'amo del mercat en el bar del Liceu hasta que decidieron lanzarse en solitario y abrir su negocio, el Mavi. Horas y horas de trabajo, las que pusieron los abuelos de Biel, hoy tercera generación al frente de este Mavi, que es parada y fonda no solo de los vecinos sino de muchos clientes que se acercan desde otros lugares como Mateu Barceló que aún se desplaza desde Cala Gamba al bar. "Hace cincuenta años que estoy casado y ya venía al Mavi con mi novia", escribe en el capítulo reservado para las pequeñas, grandes historias de algunos asiduos del bar.

Los Llabrés Cirer vieron cómo con la apertura del polígono de Son Castelló, perdía parte de su clientela, mecánicos y chóferes en gran medida ya que en 31 de Desssembre abundaban los talleres mecánicos. Aquel éxodo fue el detonante para que la cafetería se convirtiera en lugar de comidas. El vecino hotel Colón tenía un local que fue alquilado por ellos y ahí se cocinó buena parte de la historia del Mavi.

Su hijo, Jordi sería el continuador de este negocio. Muy cerca estaba el colmado del padre de María Mateu. Cada vez que veía pasar a aquella jovencita, a Jordi se le disparaba el corazón. Ayer celebraron juntos los 60 del Mavi que son también suyos. Juntos continuaron el negocio.

Hoy su hijo, Biel, mantiene la antorcha encendida, ayudado por su mujer Susana López. Se han dado cambios, reformas, muchos se han ido para siempre, pero ahí sigue el Mavi porque en tiempos de mudanzas, algunos sobreviven "com a casa".

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