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Palma a Palma

Pentimento

Una de las grandes variaciones que ha experimentado el hecho de escribir consiste en la velocidad. Cuando se ha conocido la época de la pluma o la máquina de escribir, uno percibe la gran diferencia con la práctica actual.

Cogías la pluma. Sacabas el capuchón. Llenabas su pequeño depósito de tinta. Luego ibas a buscar el folio en blanco. Y te pasabas un buen rato trazando las frases, reflexivamente, a conciencia. A veces mirabas por la ventana. Dejabas correr la vista por la habitación, como si buscases la expresión precisa por algún rincón de la casa.

Incluso la máquina de escribir tenía su margen de pensamiento. Tecleabas como un poseso. Pero de repente sufrías un episodio de duda, y arrancabas con violencia la hoja. Rasss. Para introducir otra nueva y comenzar otra vez. Tacla-tacla-tacla.

Es precisamente ese margen de pentimento el que se ha perdido. Así como los grandes pintores a veces tapaban algún detalle del cuadro para pintarlo de nuevo, y quedaba oculto por la siguiente capa, así en la escritura manual había margen para el arrepentimiento.

La escritura cibernética ha destruido el pentimento. Cuando comienzas un mail, es como si un espíritu te poseyera. Te surge una necesidad extraña de acabar lo antes posible. A veces, ni siquiera repasas las posibles faltas. Sientes una voz que dice: "Más rápido, más rápido". Porque quieres mirar algo en la red, o repasar el Facebook, hacer una llamada, o mil cosas más.

De manera que, en la comunicación electrónica, la reflexión y el arrepentimiento sobran. Uno escribe lo que sale y lo envía sin más. Aunque a veces eso cree muchos malentendidos o mensajes a medias. Es igual. Lo importante es acabar pronto. Eso se acentúa cuando se trata de la mensajería instantánea. Allí sí que todo es supersónico. Ni siquiera se ponen acentos. Sino emoticones y dibujitos. No es un sistema para corregir o repensar. Sino que te impulsa a seguir y seguir.

De forma que, cuando comprendes que acabas de cometer un error, generalmente ya has enviado el mensaje. Te entra un sudor frío. Intentas volver atrás. Pero no. Ya está enviado. Si fuese una carta, habrías tenido incluso el tiempo de llevarla hasta el buzón para meditar. Pero el mensaje se escapa, sale volando como una bala. Y si es equivocado, estás perdido.

Se acabó el recurso al pentimento.

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