Y ordenaron que la piqueta actuara otra vez. Y las murallas de la ciudad siguieron cayendo. Hace justo un siglo, el 8 de junio de 1914, el Ayuntamiento de Palma aprobó el derribo de la puerta de Santa Catalina, que antes había sido llamada de Portopí. Fue un paso más en un proceso que acabó con la mayor parte de las defensas construidas por Giovan Giacomo Palearo Fratino, conocido como El Fratín. Pero fue uno de los actos destacados de este proceso, quizás solo comparable con la destrucción con nocturnidad y alevosía de la puerta de Bab al Kofol o de la Conquista.

La puerta de Portopí o de Santa Catalina había comunicado desde los tiempos de la dominación musulmana la ciudad con su puerto natural, situado a unos cinco kilómetros del núcleo urbano. La que existía antes de 1229, estaba ligeramente desplazada hacia el sur. A partir del siglo XV comienza a ser conocida por el nombre de la dudosa mártir de Alejandría porque en sus cercanías se encontraba el hospital para pobres fundado en 1343 por el mercader Ramón Salellas.

La construcción que el Ayuntamiento autorizó derruir en 1914 había sido acabada entre 1578 y 1580 y sobre el portal figuraban las armas del virrey Antoni d´Oms. Fue notablemente modificada en 1755 por lo que comenzó a distinguirse entre la porta vella y la porta nova. En la parte superior se colocó el escudo cuatribarrado, que hoy prohibiría Bauzá.

El derribo tuvo una consecuencia colateral. Para salvar sa Riera se había construido un puente monumental de seis arcos rematados por pilares con bolas de piedra sobrepuestas. Parte de los materiales procedentes de la murallas se tiraron al torrente, con lo que varios de los arcos fueron cegados y hoy solo quedan tres completos y algún otro apenas insinuado.