"El día de los muertos estrenábamos el abrigo". Así recordó ayer Engràcia Vicens, a sus 82 años, las viejas costumbres del Día de Todos los Santos, la jornada -de tradición católica- para honrar y recordar a los fallecidos. Vicens dijo estar convencida del cambio climático, porque ayer dejó la ropa de invierno en casa. Lució el sol y fueron miles de personas que visitaron los cementerios de la ciudad. Según una estimación realizada por la Empresa Funeraria Municipal de Palma, unos 25.000 ciudadanos se acercaron a las instalaciones de Son Valentí, el camposanto más grande del municipio. A las 7.30 horas -en el horario habitual-, abrieron las puertas para los visitantes más madrugadores.

Los floristas ya llevaban horas despachando ramos y coronas. Las paradas de la Rambla no durmieron. Durante toda la madrugada permanecieron abiertas para la venta de ornamentos. Entre el agobio y el ajetreo de las ventas, el florista Joaquín Sánchez afirmó que había "poco movimiento". "La venta va mucho peor que otros años", apuntó. La florista vecina, Isabel Iglesias, declaró lo contrario: "A las 6 de la mañana ha comenzado a venir más gente y el ritmo de ventas es el de otros años". Según Pimeco, el gasto osciló entre los 20 y los 50 euros por familia. Muchas parejas de madre-hija o abuela-nieta acudieron juntas para la compra de los ramos.

Desde la Rambla, hubo una procesión continua de vecinos cargados de flores por el camino de Jesús en dirección a Son Valentí para ir a recordar sus antepasados. Este año en el camino de Jesús no tuvo lugar el mercadillo de flores. El ayuntamiento de Palma lo retiró con el argumento de que muy pocos floristas solicitaron una parada.

Ya en Son Valentí, grupos de familias y amigos se esperaron a las puertas del cementerio y buscaron cualquier sombra para resguardarse del calor. Joana Amengual, cargada de claveles blancos y rojos, esperaba a sus hijos antes de acercarse a la lápida de su madre. "Venimos cada año y creo que es muy importante recordar a la persona que te ha dado la vida", dijo la mujer.

Mientras ella esperaba, una jubilada entró al camposanto cargada con dos garrafas de agua. Fue directa a la lápida de su difunto marido y, estropajo en mano, retiró toda la suciedad del lugar. Ayer muchos nichos, tumbas y panteones ya se veían arreglados, porque los vecinos se afanaron durante los días anteriores en adecentar los mármoles.

En el panteón de la familia Crespí, ellas trabajaban en la limpieza y ellos miraban desde fuera y suspiraban quejosos por la espera. En otros pasillos, también hubo las clásicas discusiones a pie de tumba sobre cómo colocar las flores. Crisantemos, claveles, gladiolos y un popurrí de coloridos tallos animaban el lugar. Los mayores aprovecharon para contar anécdotas a los jóvenes, como la del tío Tomeu de Sencelles y su amigo con la lápida francesa que explicaba una mujer a su hija. En algunos puntos se veían tertulias familiares con la gente sentada sobre las piedras alrededor del sepelio. Como si el difunto estuviera presente.

Pese a la afluencia de gente, el cementerio se mantuvo muy callado. Los momentos de recogimiento y oración estuvieron muy presentes, sobre todo entre las personas mayores. Y mientras unos iban a asear las sepulturas de familiares y conocidos, otros iban simplemente a observar las lápidas y el ambiente. Antonia Martínez aseveró que no tenía ningún familiar en Son Valentí, pero acudió al lugar del brazo con su marido. "Venimos cada año. En nuestro pueblo siempre íbamos", explicó.

En Son Valentí se oficiaron dos misas ecuménicas -pensadas para todas las religiones- en la capilla central, situada en la parte antigua del cementerio. Otras dos ceremonias ecuménicas tendrán lugar hoy (a las 10 horas y a las 11 horas) y habrá una quinta misa mañana (11 horas). El camposanto permaneció abierto hasta las 19.30 horas. "Que podamos venir durante muchos años", decía una jubilada para despedirse de sus amigas.

Además del principal lugar de difuntos de Ciutat, también hubo muchas visitas en los otros cuatro cementerios palmesanos: los municipales de Establiments y de Sant Jordi, y en los parroquiales de la Vileta y Génova.

El lado más dulce

Tras la visita al cementerio, muchos aprovecharon para visitar las pastelerías. Los azucarados rosarios de frutas confitadas y rematados por una patena de calabaza se veían en todos los hornos, aunque los collares de chucherías, bombones y caramelos cada vez tienen más adeptos entre el público infantil. Los panellets de pinoñes -a elevados precios- y los huesos de santo también tuvieron mucho éxito entre las familias.

Durante la jornada de hoy, está previsto que mucha de la gente que ayer se quedó en casa para evitar las aglomeraciones se acerque al cementerio. Los actos de homenaje a los difuntos proseguirán en Son Valentí y en diferentes iglesias de la ciudad. El cementerio y los floristas tienen previsto abrir en su horario habitual de los sábados, aunque no está anunciado para la jornada un dispositivo especial de tráfico ni habrá refuerzos en el transporte público.