La reforma del bloque XII de Corea parece no convencer a una parte de los doce propietarios que estaban dispuestos a regresar este mes de diciembre. El Consorcio Riba está mostrando las viviendas remodeladas a sus dueños. Casi la mitad de ellos tienen dudas sobre si regresarán porque los inmuebles son más pequeños de lo que establecía el contrato que firmaron cuando abandonaron sus pisos a principios de 2011 para empezar la remodelación.

Las principales quejas de los afectados se centran en que son pequeñas y la distribución "es poco convencional", según los testimonios de los dueños consultados. La próxima semana los dueños han organizado una reunión para analizar si el contrato firmado en la anterior legislatura era adecuado y solicitar una reunión con el alcalde Mateo Isern para que actúe y proporcione soluciones a las familias. En caso contrario volverán a organizar protestas. Piedad López es una de la docena de propietarios que no está conforme con la reconstrucción. Como el resto fue realojada en una casa de 70 metros cuadrados en la calle Alfonso el Sabio y ahora estudiará todas las posibilidades antes de tomar la decisión de volver. "Tiene una mala distribución. La mayoría de los vecinos son gente mayor y han puesto la lavandería en la planta baja. Mi casa de Felip II tenía 50 metros cuadrados y con la reforma se ha quedado en 40 metros", sostiene López. Considera que la escalera central "es solo un parche porque han dejado la antigua".

Pisos puente

El Ayuntamiento proporcionó a la veintena de propietarios que abandonaron su hogar del bloque XII un "piso puente" en diferentes barrios de Ciutat en los que no pagan alquiler pero sí los gastos corrientes de agua y luz hasta que acabasen las obras. Piedad López explica que en el anterior mandato de Aina Calvo les propusieron quedarse en la vivienda provisional sin pagar la diferencia.

El bloque XII de Corea tenía 24 viviendas y con el proyecto de reconstrucción se ha reducido a 19 pisos. Cinco de ellas cuentan con 30 metros cuadrados y las catorce restantes son de 41 metros cuadrados. La estructura exterior se ha mantenido y han reconstruido el interior. La superficie residencial eliminada se ha aprovechado para crear zonas comunes como una lavandería en la planta baja y un espacio sin fachada que servirá de plaza exterior. Margarita Garí es otra de las vecinas afectadas. Su hija Marieta Riera recuerda que tiene 87 años. No quiere quedarse en el piso puente porque es antiguo y lleno de humedades. "No están en condiciones para vivir. En las estancias no hay espacio para nada", relata Riera. Doce propietarios expresaron a Mateo Isern su intención de regresar pero cinco llegaron a un acuerdo para ocupar una vivienda alternativa.