En marzo de 2010 se precintaron los locales de Son Bibiloni, también de Joan Vadell. Más de cien grupos se quedaron sin local donde ensayar. Frente a la falta de respuesta institucional -en tiempos de Aguiló sí se habilitaron locales en Ses Voltes pero acabarían asumiendo otros usos-, el limbo legal alimenta negocios de futuro incierto. Siempre acaba pagando la factura el último en llegar, el músico.