Las obras faraónicas siempre han entusiasmado a los políticos. Las hemerotecas son un buen ejemplo de ello y también de que la mayoría de proyectos nunca han sido ejecutados, a menudo para bien. Entre las propuestas, los soterramientos con el fin de esconder los vehículos les atraen sobremanera. No hay más que remitirse a la legislatura anterior a la crisis, cuando la extinta UM anunció por activa y por pasiva que soterraría el paseo Marítimo. Mucho antes -ahora se cumplen 25 años- el punto de mira estaba en sa Riera. El torrente que a lo largo de la historia protagonizó temibles riadas en Ciutat quería ser cubierto por Alianza Popular, entonces en la oposición en Cort, para construir en su cauce un aparcamiento subterráneo de 1.300 plazas.

El partido conservador tenía el apoyo del CDS y UM, y los tres sumaban la mayoría de votos en un ayuntamiento dirigido por el alcalde socialista Ramón Aguiló. Su equipo de gobierno rechazó desde el principio la propuesta de cubrir sa Riera, por su interés paisajístico y porque este parking se solaparía con el previsto bajo el futuro parque de sa Feixina, por entonces aún sin construir.

Privatización

También fue rotundo el grupo ecologista GOB, quien recordó que el torrente "tiene un valor histórico y paisajístico que no admite comparación con unas presuntas ventajas de una transformación moderna". Además, incidió en que la "privatización especulativa del espacio público es una maniobra que conocemos y no tiene razón de ser en una democracia consolidada", advirtieron los ecologistas hace un cuarto de siglo. Se referían a la privatización debido a que la idea de Alianza Popular era que la empresa promotora Eurotrasa ejecutase gratis la construcción del aparcamiento de dos plantas a cambio de su gestión.

1.500 millones

El portavoz de la oposición, Joan Fageda, que luego se convirtió en el alcalde de Palma, argumentó que el torrente no tenía "ningún atractivo", se había convertido "en un estercolero" y además era un "elemento separador de la ciudad", en referencia a que a un lado está Santa Catalina y al otro, el centro histórico.

El cauce de sa Riera quedaría completamente cubierto entre la plaza Porta Santa Catalina y los institutos, los trabajos durarían entre 15 y 18 meses y el coste de la obra sería de 1.500 millones de las antiguas pesetas, tal como informaron los promotores al presentar el proyecto el día 9 de septiembre de 1987.

En la superficie, el espacio libre público previsto era dividido en varios tramos. En el primero, desde la plaza de los pinos hasta la confluencia con Jaume III, se planteó un cobertizo para acoger exposiciones y mercadillos, entre otras actividades. En la segunda parte, entre el puente de la calle comercial y las Avenidas, se iba a construir un bulevar peatonal, que tendría un kiosko de música a la altura de la calle Ruiz de Alda (ahora con el topónimo de Simó Ballester). Por último, al otro lado de las Avenidas estaba previsto edificar un anfiteatro descubierto para espectáculos y otros actos culturales.

Durante la presentación, se afirmó incluso que proyectaban peatonalizar las calles, por lo que los conductores deberían dejar el coche en las afueras o el propio aparcamiento.

Las 1.300 plazas en el cauce de sa Riera estaban distribuidas en dos plantas, a las que se accedía teniendo en cuenta la circulación rodada del paseo Mallorca, y se reservaba el nivel inferior para la canalización del agua ante una posible riada. Los promotores destacaron en su momento que tuvieron en cuenta la evolución hidrológica del torrente desde hace 500 años para calcular si ese espacio era suficiente.

Sin embargo, la naturaleza es imprevisible y los políticos más, por lo que el último tramo de sa Riera se desbordó en octubre de hace cinco años por las intensas lluvias. Poco después de ganar las elecciones de 1991, el alcalde del PP Joan Fageda anunció un concurso internacional sobre el futuro del torrente, que quedó en un cajón, por lo que la única obra faraónica ejecutada en sa Riera fue su traslado fuera de la muralla en el siglo XVII.