­El escritor Eduardo Jordá puso el dedo en la llaga al final de su pregón de la Festa de l´Estendard cuando reivindicó el Estado del Bienestar y solicitó al alcalde, Mateo Isern, y a los palmesanos "que hagan todo lo posible por garantizar la mayor conquista de nuestra civilización". En estos "tiempos difíciles", el articulista de DIARIO de MALLORCA pidió "profesores bien pagados, centros de acogida, guarderías bien atendidas, servicios sociales bien gestionados" y, en definitiva, "ese incesante milagro cotidiano que George Orwell cifró en una fórmula tan sencilla como ésta: una vida decente para la gente decente". Porque, para Jordá, la mayor conquista "no está en los museos ni en las catedrales ni en los castillos, ni mucho menos en las grandes obras públicas ni en las autopistas ni en las rotondas", como enumeró.

Sin mencionar expresamente los recortes sociales efectuados durante este mandato, Eduardo Jordá proclamó que "la belleza de Palma no se halla sólo en su indudable belleza física, sino también en todo lo que permite una vida decente para la gente decente. Esa belleza está en las guarderías, los centros sociales y los hogares de ancianos. Está en los alumnos africanos de Son Gotleu que quieren aprender lo que sus padres no pudieron aprender. Está en los inmigrantes que trabajan para mejorar de vida, igual que muchos mallorquines trabajaron para mejorar de vida en Argentina, Uruguay, Francia y Puerto Rico".

También habló en su pregón, titulado Ciutat de Palmes, de la belleza física de esta ciudad, que comparó con el mar que admiró el escritor inglés D. H. Lawrence durante su estancia en Mallorca en 1929. De niño, el pregonero de la Festa de l´Estendard la veía como "una ciudad que no resultaba agresiva ni ostentosa, como los pavos reales y las joyas, sino que era pudorosa y suave como las plumas azules de un herrerillo". Y era además una urbe dual, "la Palma levítica del centro y la Palma multicolor del Terreno y Portopí", "antigua y moderna a la vez", donde se podía oír la frase "senyor comte en la calle Savellà" y "la guitarra de Jimi Hendrix" en la sala de fiestas Sgt. Pepper´s, de la plaza Mediterráneo; y "tenía un curioso sonido estereofónico que podía sonar tanto en catalán como en castellano, y en la que se oían al mismo tiempo las campanadas de los conventos y la música caribeña que tocaban los marineros jamaicanos de Errol Flynn".

Eduardo Jordá vivió esas dos ciudades durante su infancia, en su casa junto al mar, en Portopí, y en la de sus abuelos, en la calle Colom. Iba y venía de una a otra "sin saber que atravesaba de un mundo a otro", "del siglo XIX al XX", y viceversa.

Lo relató ayer en el salón de plenos del Ayuntamiento ante los concejales de la corporación, el público asistente y el alcalde, quien recordó que el pregón es el inicio de los actos de la Festa de l´Estendard, "la más antigua de Palma" y que conmemora desde hace ocho siglos la entrada de las tropas de Jaume I en la ciudad de Madina Mayurqa.

Mateo Isern también tuvo unas palabras para el pregonero, al que agradeció "su testimonio de una ciudad poliédrica, que ha sabido conjugar tradición y modernidad". Destacó que "Palma es la ciudad de las mil posibilidades" y eso hará "que vengan turistas y se enamoren del Mediterráneo y paseen por las calles silenciosas del casco antiguo".

Finalmente, el alcalde cogió el guante de la reivindicación de Eduardo Jordá y reconoció que "una ciudad es bella si todas las personas viven en condiciones, de forma digna", por lo que Isern aseguró que la política social es uno de los "referentes" del actual equipo de gobierno.