Bartomeu Bestard Cladera (Palma, 1970) es licenciado en Historia del Arte, especialista en heráldica y cronista de la ciudad desde 2002. Acaba de publicar una recopilación de un centenar de artículos que a lo largo de dos años ha escrito para DIARIO de MALLORCA sobre la historia de la ciudad. Dichas Cròniques de Palma tienen continuidad los domingos en las páginas de este periódico.

–¿El cronista es el escribano de lo que sucede en una ciudad?

–Antiguamente sí. Aparecieron oficialmente en el siglo XVII en un contexto de resurgimiento de las instituciones. En el Reino de Mallorca el primer cronista fue Juan Dameto. Esta figura se ha ido reproduciendo hasta el día de hoy, aunque con tareas muy diferentes. A finales del siglo XIX la administración se moderniza y el cronista se convierte en un técnico municipal encargado de redactar informes históricos o culturales, como el que escribió Benito Pons i Fàbregues sobre la bandera y escudo de Cort, por ejemplo. También le encargaron el replanteamiento iconográfico del salón de plenos cuando el Ayuntamiento se incendió en aquella época.

–¿Qué le han encargado a usted recientemente?

–Un tema muy largo y bastante laborioso ha sido la búsqueda de información sobre la memoria histórica de los funcionarios del consistorio represaliados por el franquismo. Lo hice codo con codo con la secretaria de Cort, Nieves Téllez, y la investigación se reflejó en un acto celebrado en el salón de plenos.

–¿Qué otras tareas tiene?

–Soy el editor municipal. Aquí llegan muchas propuestas para hacer publicaciones culturales, históricas, de folclore popular y fiestas. Me encargan realizar los informes al respecto, porque los regidores de Cultura no tienen por qué tener un criterio técnico. También represento al área de Patrimonio en la Comisión de Centro Histórico. Otra función es la de conservador, es decir, soy el encargado de custodiar todos los elementos histórico-artísticos, que no son pocos, porque este Ayuntamiento heredó tanto el inmueble como otras muchas cosas de la antigua universidad del Reino de Mallorca, entre ellas la pinacoteca. Además, informo sobre quiénes son las personas que se proponen para ser hijos ilustres o medallas de oro.

–¿Cuáles son sus principales fuentes de información?

–Todo lo que pueda. Un cronista es un poco como un periodista, pero de la Historia. No se trata de ser una enciclopedia andante, sino de saber dónde encontrar la información. Presto un servicio a todas las regidurías, por lo que tengo que buscar en casi todas partes. Muchas veces utilizo las actas municipales, el archivo de Can Bordils, el fondo fotográfico elaborado por Juan Muntaner, el archivo del Reino, hemerotecas, publicaciones monográficas, etc. Una ventaja es que el cronista siempre tiene mucho contacto con especialistas o personas con inquietudes culturales, que te vienen a visitar para pedir algo y te nutren aportando novedades o curiosidades que pueden ser muy útiles.

–A falta de un manual sobre la historia de Ciutat, ¿Cròniques de Palma podría considerarse algo parecido?

–No es una historia completa, aunque se le acerca. Con estas crónicas he intentado abarcar un abanico cronológico de Palma. Creo que aparece poco la época prehistórica, pero es de la que menos sabemos. He procurado tocar un poco todo. Incluso hay un artículo sobre las viviendas sociales de Corea. La parte más importante, a la que dedico un capítulo, es el Reino de Mallorca, debido a que en ese periodo se asientan las bases tanto jurídicas como sociales y culturales de nuestra actual sociedad. Cuando me planteé hacer el libro, tenía muy claro que debía ordenarlo por temas. No es un libro para leer de un tirón, sino un manual de consulta.

–Sin embargo, en los artículos de DIARIO de MALLORCA no sigue un orden temático, sino que se adapta totalmente a la actualidad.

–Al escribir en el periódico, tenía que despertar el interés de un lector ajeno a la Historia, que lee el artículo tranquilamente un domingo cualquiera. Procuro buscar algún tema candente o que esté de moda. Por ejemplo, cuando hubo la polémica de Can Domenge, había gente que me preguntaba qué era la Síquia de´n Baster. El domingo de las últimas elecciones escribí sobre cómo eran en la época de Reino.

–¿Tiene la impresión de que la Historia se repite?

–Sí, los historiadores tenemos esa sensación. Pese a que sean periodos de la Historia lejanos, siempre encuentras similitudes con el presente, porque al fin y al cabo todos somos personas y no hemos cambiado tanto a lo largo de la Historia. Las debilidades, virtudes y defectos de los seres humanos se repiten.

–¿Alguna vez se ha producido una protesta similar a la del movimiento 15-M, salvando las distancias?

–Con el carácter pacífico que ha tenido ésta, en Palma nunca. Ha habido importantes revueltas contra el poder de los dirigentes de Ciutat, que se aprovechaban y cargaban de impuestos a los habitantes de las zonas rurales. Pero lo que hemos vivido ahora es muy contemporáneo, mucho más civilizado, lo que demuestra que la sociedad avanza. Hay una serie de conceptos, como la no violencia, que están muy claros, mientras que antes no era así.

–¿Los historiadores deberían llegar más a la sociedad?

–Cuando yo era estudiante, vino un historiador catalán llamado Josep Benet y nos dijo que lo más importante de los historiadores era saber contar las cosas. En cambio, cuando lees un manual de mi época, son unos tostones. La Historia debería ser un poco más literaria, más atractiva para los ciudadanos, sin por ello dejar de ser rigurosa. Procuro que sea así en mis artículos, aunque me cuesta, ya que nadie nos enseñó a escribir de forma literaria. Se debería impartir una asignatura al respecto, pero no es así, por lo que cuando te encuentras frente a la tarea de escribir un libro, a veces no lo haces atractivo. Es como ser padre, nadie te enseña, por lo que uno intenta aprender sobre la marcha.

–¿Cuándo empezó su afición por la historia de Palma?

–Me viene de pequeño, por mi abuelo. Tenía una biblioteca en su casa de El Terreno en la que yo pasaba gran parte del tiempo cuando iba a verle. Así empezó el gusanillo. En Mallorca hay cierta afición a tener una biblioteca con temas mallorquines, como por ejemplo los libros del Arxiduc, los manuales de historia de Josep Maria Quadrado, del siglo XIX, el Cronicon Mayoricense, etc. Mi abuelo, también llamado Tomeu Bestard, tenía todos estos libros y me aficioné.