Al Plan de Reforma de la Platja de Palma quieren darle la puntilla con urgencia, borrarlo y redactar un proyecto nuevo que no genere más oposición, que no obligue a eliminar más puntos polémicos, que permita, en definitiva, a los partidos y especialmente al Govern afrontar las elecciones con el proyecto suspendido en vez de en tramitación, tras haber recibido más de 1.400 alegaciones en su primera exposición pública. Si se decide aparcar el Plan Nájera, ya difunto en su maximalista forma original, y redactar uno nuevo incorporando todas las alegaciones presentadas desde un principio, el alivio de ciudadanos, comerciantes y hoteleros afectados será también el alivio de un Ejecutivo que se ha encontrado liderando un proyecto millonario en presupuesto pero también en contestación social. De este modo suspender el proyecto será una forma de salvarlo, quizá la única. Su retirada supondría dar un paso atrás para después dar uno al frente. Evitar, por ejemplo, el fracaso de su tramitación en el ayuntamiento de Palma, donde el informe vinculante de la institución ya cuenta antes de redactarse con la anunciada oposición de PP y UM, que prefieren empezar de nuevo. Y mientras todo esto ocurre, el consorcio ha disfrutado durante este año de un presupuesto de 127 millones de euros para hacer castillos en el aire.