Cuando Emiko Wakamoto llegó a Mallorca, probablemente Pedro Morato tomaba los últimos helados en la Granja Royal. Los cruces de la vida han acabado juntando a ambos en la empresa que lleva el mismo nombre de aquella famosa chocolatería de la calle Sant Felio a la que Emiko añade, desde los últimos dos años, sus galletas "personalizadas". Gemóloga de profesión, resolvió quedarse en la isla tras un viaje por toda Europa.

"Me gustó mucho Mallorca. Soñaba con vivir aquí", apunta. Se jubiló de su trabajo de gemóloga y cerró su restaurante y una tienda de decoración en Japón, cerca de Osaka. El español, "lo aprendí bailando salsa", asegura con una sonrisa.

Ella lleva en la isla más de quince años. Ha sido pionera en enseñar a comer sushi a los mallorquines. "Recuerdo que a nadie le gustaba. Les daba asco el pescado crudo", cuenta. Ahora todos se deshacen por un maki.

Pedro Morato era cliente habitual de la Granja Royal, incluso un hermano suyo se casó en la chocolatería. Cuando las dos familias propietarias decidieron vender, Morato se hizo con el nombre. Además adquirió parte del mobiliario –sus puertas se han colocado en el restaurante Baranda en Sant Magí–, y guarda recetas del famoso chocolate a la taza y de algunos de sus helados como el de almendra tostada, leche merengada y de fresa. La Granja Royal cerró en 1991 y un año después Morato registró la marca para su fábrica de helados en Marratxí.

Hace poco menos de dos años, cuando helados y galletas se unieron en el obrador de la calle Arnau Rossinyol. Es la esquina más dulce de la trasera de la plaza Progreso, que hace las delicias de los escolares de los colegios vecinos. Y, desde luego, de sus progenitores que acuden donde Emiko para comer las galletas de té verde, las de coco, las de cereales con pasas, de jenjibre y de frutos secos. Por un euro, te puedes encargar una galleta decorada.

La mudanza del pescado crudo a la masa de mantequilla y azúcar no preocupó a la japonesa, una mujer habilidosa y creativa que ha aportado su sello creativo en las galletas y piruletas.

Por más forma de corazón que tengan algunas de sus pastas dulces, no solo somos monstruos de las galletas. Le damos al bizcocho. "Cuando cerré el puesto de sushi en el Mercat de Santa Catalina, pensé qué hacer. Echaba de menos comer bizcocho del bueno. Compré un libro de repostería y aprendí a hacer galletas. Quise apuntarme a los cursos en París de Le Cordon Bleu pero la matrícula anual cuesta 20.000 euros. Tuve que rechazar la idea. ¡Por cierto, está llena de japonesas!".

Llegó el cable de Pedro Morato, quien es proveedor de tartas para el Cappuccino. El dueño probó las galletas de Emiko y dio su sí. Los clientes le piden galletas y tartas "personalizadas. Me traen fotos o me piden que les haga tartas con motivos de sus personajes preferidos como Hello Kity o Bola esponja. También, a partir de los dibujos de los críos, se cocinan las tartas. Ninguno le ha pedido una galleta de sushi. Por el momento.