Después de tanto ruido de protestas de los bomberos en demanda de mejoras laborales, la supuesta solución a tantos problemas está produciéndose en medio de un sospechoso silencio que no se sabe a quién perjudica o beneficia. El conflicto, siete meses después de haberse iniciado, se salda como habían pedido los miembros de la plantilla: Guillem García, jefe del cuerpo en los últimos 17 años, es relevado del puesto. La pérdida de confianza de un político, en este caso de la alcaldesa, Catalina Cirer, sobre un alto cargo estaría perfectamente explicada por motivos de índole profesional. Lo que sorprende en este caso es que el cambio se produce tras haber sido abierta una investigación interna sobre la labor de García. ¿Significa la marcha del jefe que del expediente se deriva un comportamiento negligente? Si es así, ¿por qué no se le comunica ni al propio afectado? ¿O es que la alcaldesa no ha podido resistir su primer conflicto laboral interno y ha cedido sin reservas? Están sin aclarar estas dudas, y ahí va la más trascendente: ¿mejorará esto en algo el servicio de los bomberos? ¿Le importa eso a alguna de las partes?