Tribuna

Entender España, y el papel de los ciudadanos

La tolerancia y la aceptación de los pensamientos de los otros triunfarán sobre los que se creen en la posesión de la única verdad

Lluís Ramis de Ayreflor

Lluís Ramis de Ayreflor

En pleno periodo de verano que en España se entiende como vacacional, hemos tenido unas elecciones que nos han dado un resultado difícil de interpretar o de ejecutar en la práctica, pero al final una aritmética parlamentaria se impone.

La mejor lectura para entender que la España de hoy no es un Estado nación sino algo diferente, es el libro Historia de España contada para escépticos, de Juan Eslava Galán.

Sin duda, a políticos, dirigentes de la sociedad o tertulianos de los medios de comunicación, les convendría leerlo, si no lo han hecho y nos ahorraríamos explicaciones personales generalmente interesadas, pero muy lejos de la realidad de cómo se conformó nuestro Estado.

El autor no permite la reproducción total o parcial, y, por lo tanto, no puedo citar diez o doce claves que ayudarían a comprender que la situación actual es una constante en nuestra historia, desde los Tartessos hasta nuestros días, pasando por todas las dinastías que han reinado o las dos repúblicas, y sin olvidar su apéndice europeo, que es de sumo interés.

Un ejemplo de nuestra contradicción y de lo virtual de nuestra querida España, está en el primer párrafo del artículo al asimilar estos meses a vacaciones, mientras que la realidad es totalmente distinta ya que en las Illes Balears es cuando más españoles trabajan. Por ejemplo, tenemos en julio 160.000 personas más trabajando que en febrero, por lo que, aunque descontemos la parte de los trabajadores que están de vacaciones, hay más, lo cual es un ejemplo de las diferencias entre el mundo mental y el real, y el que manda es el de la percepción mental.

Con todo esto, quiero llegar a la reflexión de que las divisiones que hacen muchos creadores de opinión al poner etiquetas a todos, y de encasillarnos en conservadores, progresistas, liberales, independentistas, constitucionalistas, feministas, ultracatólicos, radicales, etc. No es ni cierta ni beneficia a la convivencia; y que los ciudadanos, en su mayoría, tenemos un poco de todo y algo más de otras facetas, según el tema al que nos refiramos.

Del círculo de personas que conozco, a ninguno lo puedo etiquetar porque todos y cada uno de ellos son complejos y completos, porque son humanos.

Hablando con un independentista catalán en las fechas en que se produjo la declaración de independencia, le pregunté si en el manifiesto de independencia que aprobó el Parlamento de Cataluña, admitía el derecho de autodeterminación de cada provincia o comarca catalana, y resultó que no, por lo que le hice notar que él no era partidario al 100% de la autodeterminación ni del independentismo, porque para él Cataluña era una sola e indivisible como nación.

Todos defendemos la sanidad pública, pero los únicos que pueden escoger entre el sistema público o el privado (los funcionarios) mayoritariamente escogen el privado, pero no por ello dejan de defender la sanidad pública. El hecho de que haya sanidad privada libera recursos para mejorar la pública y, en casos extremos como el de la pandemia covid, todos los hospitales privados quedaron bajo el control y el mando del Ministerio de sanidad, por lo que es una reserva sin coste.

Lo mismo con la educación: todos defendemos la educación pública, pero una parte opta por modelos mixtos como es la concertada y otros por la privada totalmente, pero no por ello está nadie en contra de la pública o nadie debería estar en contra de ninguna.

En general, se etiqueta a la derecha de defensora de privatizar servicios y que ello es negativo. Al contrario, el mayor cambio en la gestión de un servicio esencial lo realizó el gobierno de Aznar con la profesionalización de las fuerzas armadas y liberando a todos los jóvenes españoles (en aquellos años del género masculino) de dedicar algo más de un año a un servicio militar obligatorio. Por ello la creación del mayor número de funcionarios se produjo con un gobierno de centro derecha, dando más libertad a los jóvenes, y con un gran avance social, y de eficiencia.

Para terminar la reflexión, estudiemos la historia de España con todas las visiones como la de Juan Eslava, aprendamos de ello, y no etiquetemos tanto a los ciudadanos. Y, siguiendo la línea de mis artículos, es la sociedad civil la que debe coger el protagonismo, solo ella es capaz de entender España y lograr que todos los ciudadanos que la habitamos nos entendamos.

La tolerancia y la aceptación de los pensamientos de los otros triunfarán sobre los que se creen en la posesión de la única verdad.