Homilía para una cura de humildad
Vivimos metidos en contradicciones, entre lo que uno quiere ser y lo que es, lo que es y en lo que cree, lo que cree y lo que hace, etcétera. Como esa amalgama está condenada a vivir en un cuerpo a las órdenes de un ego, nos pasamos el día, para no romper, tapando grietas y haciendo muecas. Una de ellas es el cinismo, que asume la contradicción y la muestra, echando mano de la ironía. Otra es la hipocresía, que disimula la contradicción echando mano de la respetabilidad. La primera abre una sonrisa que puede parecer chulesca y la segunda compone un gesto que puede parecer repugnante, así que no hay modo de salir indemne. Ciertamente hay una diferencia sustancial entre cinismo e hipocresía, que no tiene que ver tanto con los actos como con la verdad. El primero la muestra, con el auxilio de la vanagloria, y la segunda la oculta, con el auxilio de la moral. Pero al final todos calvos.
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