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Perspectivas electorales

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo.

El presidente del Partido Popular, Alberto Núñez Feijóo. / EP

Antonio Tarabini

Antonio Tarabini

Iniciado el proceso electoral quien más quien menos pretende seducir a lo que de una manera imprecisa se ha denominado «centro político». En realidad se trata de unos amplios colectivos, de naturaleza no necesariamente homogénea, de contextos urbanos, de profesiones y ocupaciones múltiples y diversas, de difícil catalogación ideológica, enrollados de manera prioritaria en sus quehaceres y necesidades próximas. En definitiva, se trata de una mayoría social, encasillada en las denominadas «clases medias», que pueden dar y quitar Mayorías. Por tal razón son objeto de oscuros deseos de las diversas organizaciones políticas; que, no en vano, se autodefinen como de centro-derecha, de centro-izquierda o transversales, independientemente de cuál sea su real naturaleza.

Con el boom turístico se produce un cambio radical en nuestros modos de vivir y convivir. Dejamos de estar «aislados» en un tiempo y espacio concreto, para tener que «abrirnos» con mayor o menor éxito a un tiempo y espacio global. Cambiamos de modelo social rompiendo con la Mallorca de tintes feudales, y surge una burguesía, unas nuevas clases medias pujantes. El bienestar y el progreso parecen haberse instalado entre nosotros. Y tal pujanza posibilitaba participar de un modelo social abierto. Dominaba un optimismo casi antropológico al observar y comprobar que eran posibles «ascensos sociales» relevantes relacionados con las dos actividades «claves», el turismo y la construcción.

Pero con la crisis financiera, política y socioeconómica del 2008 tal modelo entró en crisis. La sociedad se polariza, la clase media (la vieja y la nueva) se resquebraja, instalándonos en una significativa inestabilidad personal, familiar, profesional… Nuestro modelo social pierde su carácter inclusivo y transversal e impone riesgos de exclusión, que afecta especialmente a las generaciones jóvenes. Un mercado personal y laboral donde la norma es la movilidad y la inestabilidad. Mientras se evaporan sus perspectivas y proyectos tanto de índole personal (emancipación, estabilidad profesional…) como de índole colectivo ( Balears, cada una de nuestras islas con sus propias raíces como lugar de referencia y convivencia, sin dejar de ser cosmopolitas).

¿Es posible crear un clímax que posibilite y facilite la reconciliación entre la economía de mercado, el progreso social y la democracia plural?

En Balears las mayorías absolutas forman parte del pasado, aunque el PP «no renuncia». En nuestra Comunidad conviven: los partidos de ámbito estatal (populares, y socialistas, Vox, UP); los autóctonos (Més, El Pi, Esquerra Republicana...). Es probable que Ciudadanos (Cs) no obtenga el 5% y por tanto sin representación; a El Pi, regionalista y autodefinido como centrista no le resultará fácil superar el 5% (puede depender de sus resultados en Palma) aunque pueda tener resultados positivos en municipios menores. En consecuencia de las ya próximas elecciones autonómicas pueden derivarse dos escenarios posibles: victoria del bloque conservador con mayoría y gobierno, PP/Vox; o victorias del bloque progresistas (Psoe, Més, UP).

En el ámbito de la derecha el novedoso líder popular, Núñez Feijóo, y sus portavoces nacionales y regionales, de momento son escasas sus alternativas, más allá de la bajada de impuestos. Se «centran» a deslegitimar a los gobiernos progresistas aduciendo una supuesta ineficacia y debilidad. Su estrategia y táctica se ubican en los entornos de la ultraderecha (Vox), cuyo modelo es la Presidenta madrileña, Díaz Ayuso. El eslogan de los ultras franceses, «Yo no puedo votar a la izquierda porque estoy a favor del trabajo. La derecha es la que defiende el valor del trabajo, y la izquierda defiende la asistencia social» (Le Pen), es usado por parte relevante de la derecha española en su «conquista» del voto de los trabajadores y de las clases medias. Sin previsibles mayorías absolutas, la alternativa de la derecha es pactar con Vox, con diversas fórmulas: pactar mayorías y compartir gobiernos; y/o alternar gobiernos, incluyendo municipios.

Tal complejidad también afecta al bloque progresista. No lo tiene fácil. La vigente mayoría en el Parlament y Consells (excepto Eivissa), con sus consiguientes gobiernos de coalición, ha tenido que hacer frente a múltiples crisis (la pandemia, la crisis socioeconómica) con las dificultades propias de un gobierno de coalición y posibles errores («el que no se mueve nunca yerra»). La Renovación el Pacto de Progreso es posible, e incluso probable, pero no automática.

La decisión final del voto dependerá de la credibilidad de los partidos y del/la candidato/a, y no de las descalificaciones de los adversarios políticos. Las clases medias siguen (y seguirán) siendo el oscuro deseo de todos los partidos. Su voto puede ser decisivo, pero hoy por hoy no es cautivo de nadie.

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