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Alex Volney

Cenizas en el aire

Josep Roth.

Uno de los creadores de Libération, Jean-Pierre Barou, escritor y editor francés muy relacionado con la Guerra Civil española por amistad con un exiliado, concentraba una misma idea en «la guerra de España : (al querer) reconciliar a los vivos y a los muertos» y los reunía en una misma «comprensión moral» alrededor de las figuras del liberal conservador Thomas Mann, que tildó el fratricidio como «el escándalo más sucio de la historia de la humanidad» y la misma «degradación del espíritu sin precedentes» que sostenían André Gide y Albert Camus y que a su vez caminaban muy cerca del novelista Georges Bernanos, católico y monárquico, que anunciaba «la desaparición del hombre de buena voluntad». Pero a todos ellos se les había adelantado un ágil y avispado autor centroeuropeo cuya ironía en sus textos helaba al lector y confirmaba su enorme conocimiento de cómo funcionan las cosas al margen de la teoría.

Josep Roth hace un siglo bromeaba amargamente en torno a una exposición soviética en el centro de Berlín. Se quejaba de que era propaganda política no de lo hecho, destruido y construido, no, de lo que se debía hacer según el brillante escritor nacido en Galitzia, actualmente Ucrania, «se ordenaba idealismo, conciencia, convicción proletaria, amor al prójimo». En comparación reconociendo que el zarismo había ordenado asesinato, progromo y barbarie. Contrastaba y sutilmente avisaba que en lo esencial se seguía, y se seguiría, ordenando. La exposición consistía en medio centenar de carteles, retratos y fotografías de propaganda. Se llevaba a cabo en una sede sindical. Roth ironizaba sarcásticamente sobre lo llevado a cabo por los soviéticos recordando lo arrasado que había quedado todo bajo las «infernales máquinas zaristas».

Para el autor de La leyenda del santo bebedor lo que más valía la pena de la exposición era una frase: «¡Dirige tu fuerza contra los ricos, deja en paz a los mediadores, ayuda a los pobres! Y adjuntaba el apócrifo:» «no ames a tu prójimo, sino a tu prójimo pobre como a ti mismo…» El resto, una sucesión de ingenuidad virtuosa e ilustraciones para el mundo infantil ruso. En el horizonte no muy lejano ya planeaba el acuerdo Ribentrop-Molotov y el escritor se quejaba que todo empezaba a ser blanco o negro.» Cómo el desertor «ayudó al capitalista» y el soldado si hacía falta «también en Rusia disparaba por la espalda». Algún trabajador con estrella roja se acercaba a ver las obras expuestas, muy pocos como parece ser. Se lo miraban sobrecogidos en «un mundo quimérico y mejor. Dicen que mejor». De Weimar hasta el exilio parisino nuestro autor fue desplegando su brillante línea captando y transmitiendo emociones en la primera mitad del S. XX que para hoy son lecciones de gran intuición política y histórica ante los acontecimientos que siguieron a sus escritos en Europa. Nadine Gordimer dijo de él que «transmite una esencia única, que expresa la fragilidad de nuestra verdadera condición humana, lo ridículo y lo trágico, a los que vio cruzarse por la calle, muy cerca el uno del otro».

Hoy, dos días atrás, las portadas nos han ido anunciando los ensayos de respuesta nuclear masiva, perpetrados por la Rusia de Putin que los ha presenciado con mirada atenta como ordenando algún tipo de convicción que seguramente él conoce. Aquí, Enric Juliana protagoniza un breve desencuentro con su amigo Pablo Iglesias a raíz de un artículo de Pedro Vallín que el veterano redactor tilda de «uno de los mejores artículos de los últimos días» y que para equilibrar, en el mismo tuit, dice, y añade del fundador de Podemos, que es «una de las mejores cabezas políticas de este país» y todo parafraseando El señor de los anillos: La comunidad del anillo.

Entre el blanco y el negro. Entre la democracia liberal y la resurgida Europa iliberal que nunca se fue. La misma que hacía coincidir la extrema derecha española y a Izquierda Unida, en Valencia, en la mani contra el estado de Israel. Esta nueva efervescencia iliberal descoloca, una vez más, a cierta izquierda española rescatando ese espíritu antiyanqui de origen tan rematadamente franquista. Sánchez empieza a quedarse solo en la parte atlantista de la progresía que una vez más, en Occidente, debate a destiempo (y a contrapié) la buena o mala salud de las libertades. Por supuesto, otra vez, Estados Unidos en brazos de satán, mientras en el lado bueno están China, Rusia, Irán, Turquía … todo en la misma línea de hace un siglo, una vez más, pero entre «lo ridículo y lo trágico»

En 1933 con la llegada del Tercer Reich, Roth escribiría: «Permítanme expresarlo alto y claro. El espíritu europeo está capitulando. Está capitulando porque es débil… porque carece de imaginación… mientras el humo de las hogueras en las que arden nuestros libros alcanza el cielo…». Su mujer ingresaría en un psiquiátrico, los nazis le avanzarían la muerte. Aquí, y hoy, seguimos abanicando esas cenizas que en el aire nos incapacitan para ver con claridad.

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